José de Acosta fue un erudito de tantos de los que acompañaron la labor de exploración y colonización española por todo el mundo. Fue fundador del Colegio de los Jesuitas en Segovia. Estudió Teología y Derecho Canónico en la universidad de Alcalá de Henares donde ingresó en 1559.
Tal y como refleja José Alcina Franch en su introducción a la edición citada, fue en 1566 cuando Felipe II admitió por fin a la Compañía de Jesús para fundar misiones en las colonias de la Monarquía Hispánica. Los jesuitas fueron una más de las órdenes que participaron en la colonización: los Jerónimos, Dominicos y Franciscanos fueron quizá las más importantes y sobre todo las más leales a la administración española.
Es muy importante reseñar, que en las colonias españolas desde un inicio las órdenes religiosas se sometían a la superioridad del Consejo de Indias, en vez de depender del papado en Roma directamente. Sin embargo esa “doble” dependencia crearía algunos conflictos, especialmente en el siglo XVIII, cuando germinan los movimientos pre-independentistas.
Retornando a Acosta, escribió una carta en 1568 al principal de la Compañía de Jesús Francisco de Borja solicitando embarcar al Nuevo Mundo. Tras varios años de espera, Acosta embarcó hacia el Nuevo Mundo en 1571en una importante expedición mandada por Pedro Menéndez de Avilés.
Acosta pasó por Santo Domingo, Perú, Chile, Cartagena de Indias, Quito y pasó diez años en el continente americano. Allí pudo acumular la experiencia para escribir su magna obra.
Sigue siendo sin embargo un desconocido Acosta en una España. Esta España que por su perenne inestabilidad y división en estos últimos 230 años es incpaz de ponerse de acuerdo en sus fuerzas políticas y regiones en torno a un relato mínimo común de su propia historia. Una España acomplejada en muchos de sus políticos, incapaz de reconocer, divulgar en su interior lo avanzado de su civilización entre los siglos XV y XIX, que le llevaron a ser la primera y mayor estructura política entre 1492 y 1824, momento en que se consuma la pérdida de la mayoría de su imperio colonial continental en América.
Por supuesto España es incapaz también de divulgar en el extranjero los grandes pensadores que redactaron tratados jurídicos, políticos o de Historia natural como es el caso de José de Acosta.
El naturalista del XVIII Von Humboldt alaba a su predecesor Acosta
Sin embargo basta leer el juicio que sobre Acosta emitió el naturalista alemán Alexander Von Humboldt, que 200 años después de José de Acosta recorrió las posesiones españolas con autorización del rey de España, ya en plena época ilustrada durante el siglo XVIII. Es debido recordar que los Ilustrados supieron vender que habían avanzado más que nadie en las ciencias y en la exploración de la naturaleza con respecto a sus antepasados. Hubo mucho de “marketing” y autopromoción en ese juicio.
Humboldt, un hombre honesto, no escatimó halagos a la obra de Acosta. Según recoge Alcina en la cita de Esteve que reproduce en la introducción los calificativos que Humboldt dedicó a José de Acosta:
Valga como introducción el resumen que de la introducción previa a la obra de Acosta hace José Alcina, reconociendo que había racionalismo y ciencia en la conquista española realizada en el siglo XVI, mucho antes de los Ilustrados reivindicaran poco más o menos que haber inventado “la razón” o el “raciocinio” humano:
Alcina continúa con su elogio de la Obra de Acosta:
Y es que la España actual sigue dilapidando sus esfuerzos en el interior -dónde unas incultas fuerzas regionales disgregadoras son más dogmáticas en su incultura que ninguna que haya existido en la época “imperial”- .
España sigue sin saber explicar la hondura intelectual y gubernamental que guiaron la presencia española en tantas partes del mundo durante más de 300 años tanto a sus ciudadanos como a los del resto del mundo.
Lean esta obra de Acosta y seguramente lleguen a la misma conclusión de Von Humboldt, y se sientan orgullosos de pertenecer a la heredera de la estructura más avanzada y extensa del mundo durante 333 años llamada España.