En sus líneas puede leerse:
Y es que largo tiempo ha que la voluntad de individualizar a las personas se halla en el seno familiar que pretendía que el nombre fuera un identificador, Esta voluntad respondía a variadas circunstancias:
Sin embargo la presente tradición española de dar apellido además de nombre, como casi todo, procede del Imperio Romano.
Y es que la actual obsesión española, europea y mundial por santificar a personajes de la historia, y demonizar a otros – en estos días del siglo XXI tenemos el eterno “retorno” español de quitar los nombres de las calles a unos para dárselas a otros que supuestamente fueron “mejores” – o casi siempre igual de malos- circunstancia que se repite desde el siglo XIX cuando los liberales inauguraron la tradición de darle nombre de personas “mortales” a las calles y plazas de nuestras villas.
De hecho se ha demostrado que cuanta más información existe sobre los personajes históricos de siglos pasados, difícil es santificar a ninguno de ellos, pero en esas costumbres romanas seguimos en la península, pero también en Estado unidos, donde acaban de desposeer de sus calles y estatuas a Fray Junípero Serra, “santo varón” español originario de Mallorca, que participó junto a su paisano Portolá en la colonización de California para la monarquía Hispánica en el siglo XVIII.
En cualquier caso el sistema romano no es exactamente el que rige en España en la actualidad, aunque hay ciertos elementos esenciales que surgen en ese momento, y que se aplican en Hispania y sus provincias. En palabras de Godoy Alcántara:
Y es que los romanos fueron los que establecieron la costumbre de que los patricios y nobles tuvieran nombre y apellidos largos. La frase de que entre los romanos “Había familias ilustres que se complacían en acumular nombres sin término” se sustanciaría fundamentalmente a través del denominado “tria nomina nobiliorum” romano; es decir “los tres nombres de los nobles”.
Otro asunto de gran actualidad, y que procede de los romanos es que los apellidos no solo se transmitían a los hijos:
Y es que los esclavos solo tenían un nombre pero podían ser emancipados o liberados por su dueño – exactamente igual como posteriormente establecería la legislación española en su época colonizadora para los africanos ya que las normas se basaba en la legislación de las “Siete Partidas” de Alfonso X el Sabio que a su vez se inspiraba en la legislación romana de Hispania -.
En el momento en que eran liberados por su dueño: “cuando se le emancipaba anteponía á su nombre el “praenomen” y “nomen” del dueño”.
Y en eso la tradición romana rigió luego en el imperio español o Monarquía Hispánica en América hasta el siglo XIX.
El indispensable libro “La esclavitud en la América española” de José Andrés-Gallego, que en una mente cartesiana –algo poco recomendable en un mundo donde campa la incultura por doquier especialmente entre los gobernantes- debería ser obligatorio en la lectura en la escuela española y a su vez regalado a todos los diputados y políticos de los antiguos territorios de la España Peninsular y de los Virreinatos y capitanías de América y Filipinas, explica en detalle y en perspectiva comparada con nuestros vecinos europeos portugueses, franceses, ingleses y otros más cómo se estructuró legalmente la esclavitud en la Monarquía Hispánica. No es lo que un lector mal informado podría esperar: España sale mejor parada que cualquiera y que todos los demás juntos.
En este libro sobre la esclavitud del prestigioso catedrático José Andrés-Gallego se observa como en los pleitos que interponían los esclavos contra sus amos - pese a que la mayoría pueda creer que en Derecho español los amos eran inmunes e impunes no era así- ,en esos pleitos –ganados en un 90% por los esclavos - los apellidos eran exactamente los mismo. Los del amo y el del esclavo…..
Por último insistir en otra huella romana en el mundo actual: “No solo por filiación se transmitía el nombre [apellido] entre los romanos sino también por adopción […]”
Y es que nos cuentan los medios que si estamos en una fase de progreso social, que si “avanzamos” con las nuevas normativas.
Observando la historia, es un bucle en la que se repiten los hechos desde hace 2500 años. Sin embargo casi todos los que ejercen tareas de gobierno -no solo en España sino en el mundo entero- son personas de muy poca formación, en cualquier caso claramente insuficiente para conocer un pasado apasionante que se repite sin cesar, para lo malo y para lo bueno.