En la España actual no solo se impide enseñar una historia mínimamente cierta de la Monarquía Hispánica por parte de gobiernos regionales en las denominadas “Comunidades Autónomas” , sino que en varias de ellas se centra esa educación regional -transferida en los años de la Transición de forma irresponsable- en destruir en la mente de los alumnos toda vinculación afectiva con la idea de España y con su historia.
Si no se les enseña los alumnos de Barcelona que el condado de Barcelona perteneció a la Corona de Aragón –y no al revés- desde el siglo XII, difícilmente van a saber que España tuvo mujeres que fueron pioneras en muchísimas disciplinas.
Quizás sabrán los alumnos que Isabel la Católica fue reina de Castilla cuando por su matrimonio con Fernando de Aragón se produce la Unión de los reinos de Castilla y Aragón, pero seguramente desconocerán muchos de ellos que durante su mandato se produjo una normativa que incidió en la igualdad de los administrados bajo un gobierno común, debilitando a los señores Feudales y sus jurisdicciones, o que se creó la Santa hermandad, primer cuerpo moderno de vigilancia ciudadana, que se puede asemejar a las policías actuales.
No se enseña tampoco que la primera mujer Almirante fue la española Isabel Barreto - mucho antes de que ningún otro país la tuviera-, que realizó expediciones en el océano Pacífico llegando en el siglo XVI hasta las Islas Filipinas.
Tampoco se incluye en las enseñanzas de literatura el dominio de las letras de la escritora de la Nueva España “Sor Juan Inés de la Cruz”, una de las exponentes de la literatura del Siglo de Oro español.
En cualquier caso el objetivo no es reivindicar únicamente el papel de las mujeres en la historia de España en el mundo como pioneras en muchas disciplinas, sino también reivindicar lo avanzado de la tradición civil española en el ámbito de los apellidos de la madre y de su transmisión a los hijos.
Mientras en la actualidad muchos países como Francia u otros muchos de tradición anglosajona en pleno siglo XXI siguen mostrando una estructura jurídica que amputa la transmisión del apellido materno, sorprende que sin embargo tienen movimientos que dicen luchar por los derechos de las mujeres en los que no se observa prioricen la “igualdad en términos de apellidos. .
En los Estados Unidos de América, en el Reino Unido, en Francia y en tantos otros países del norte de Europa y del mundo, la mujer al casarse pierde su apellido y su individualidad, para asumir el apellido de su marido.
Y en cambio en España y en la mayoría de los países que pertenecieron al núcleo común de la Monarquía Hispánica en toda América (con la excepción de los enormes territorios españoles que pertenecen a Estados Unidos) existe un sistema español de mantener el apellido paterno y materno en los registros, y que la mujer conserve su propio apellido tras el matrimonio.
Y es que el sistema español, aunque de fijación tardía durante el siglo XIX en que se fijan las leyes que regulan de forma fija el sistema de doble apellido paterno-materno, tiene reminiscencias del Imperio Romano, que fue pionero en muchas materias, y del que la Monarquía Hispánica se sentía heredera.
De la inexistencia del apellido femenino en la antigüedad a la incorporación durante el Imperio Romano de un segundo nombre vinculado a la familia de la mujer.
En muchos momentos y culturas de la historia de la antigüedad, las mujeres carecían de apellido.
Así lo describe el académico de la Historia José Godoy Alcántara en el siglo XIX, en su ensayo sobre los apellidos en España :
Los romanos fueron pioneros en muchas cosas, sin embargo la innovación de añadir un segundo nombre de la familia de la mujer tampoco perduró en la antigua Roma:
Escribe Godoy:
Sin embargo la caída del Imperio Romano con las invasiones bárbaras de los pueblos Germánicos acabó en muchos casos con la tradición de los nombres y apellidos hereditarios, algunos pocos pudieron mantener la tradición.
Las mujeres salieron perdiendo en muchos de esos territorios escindidos del antiguo Imperio Romano de Occidente con capital en Roma, donde la fragmentación en diferentes monarquías y condados supuso una vuelta a tradiciones que los romanos consideraban “bárbaras”, o menos civilizadas.
La tradición española medieval: la mujer conserva su apellido.
Sin embargo en los reinos de la España medieval, con la sistematización de la tradición del apellido, que mestizaba los nuevos nombres de las tribus germánicas con la tradición del patronímico romano, acabó por consolidarse que la mujer no perdiera sus apellidos.
La mujer era una persona, cuya individualidad no se subsumía en la identidad de la familia del marido como en los atrasados y bárbaros reinos del norte de Europa.
En el Reino de Castilla fue penetrando el mantenimiento del propio apellido de la mujer en todas las clases sociales, llegando incluso a veces a ser designado el marido como dependiente de la mujer. En palabras de José Godoy Alcántara:
Y en el reino de Castilla se consolida el mantenimiento del apellido de la mujer:
En algún caso se llegó incluso al extremo denominar al marido con relación con su mujer, tal y como explica Godoy:
El sistema de doble apellido en España
Antonio Alfaro de Prado, en su “Manual de genealogía” en el artículo titulado “El sistema oficial de doble apellido en España” escribe lo siguiente.
Alfaro cita un estudio del genealogista George R. Riskamp sobre el doble apellido en España, con el que coincide en lo fundamental:
Y finalmente la tradición del doble apellido paterno-materno para los descendientes pasó a ser norma durante el siglo XIX, liberal, que todo buscaba regular y sistematizar. Tal y como señala Alfaro en su detallado escrito:
Sin embargo, según señala Alfaro de Prado, no fue hasta finales del siglo XIX cuando se sistematiza en la legislación español el sistema español de doble apellido:
Por lo tanto la legislación española del siglo XIX, en pleno momento liberal que busca sistematizar en toda Europa las normas de todo ámbito, no hace sino plasmar una tradición española que había profundizado la inicial romana después de muchos momentos y vicisitudes..
El siglo XXI: el fin de la primacía del apellido paterno en España.
El diario El Mundo publicaba hace unos meses un artículo sobre la ley española que plasmaba el proceso que dejaba de dar prioridad al apellido paterno frente al materno:
Y en junio de 2017 se acababa la prioridad del apellido paterno por defecto:
Los territorios del norte de Europa, “bárbaros” y guerreros la perdieron y siguen sin haberla recuperado.
Son muchos los países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos u otros del norte de Europa dónde el apellido del marido opaca al apellido de la mujer que lo pierde tras el matrimonio, y además ese apellido materno ni siquiera se transmite a los vástagos.
Aunque no todos los regímenes de estos países son exactamente iguales, lo menos que se puede decir es que
- la mujer pierde su propio apellido para asumir el del marido tras el matrimonio.
- el apellido del marido no es transmitido a los hijos en igualdad de condiciones.
La verdad es que España, a pesar de momentos de zozobra tras el desmoronamiento de sus imperios europeo y americano, o de normativas restrictivas de los derechos de la mujer por los regímenes antiliberales del siglo XX, sigue siendo un país más avanzado en su estructura social que muchos de los que se dicen “avanzados” en otras partes de Europa o del mundo, pero que tienen herencia sin pulir de los pueblos “bárbaros”, y que no han actualizado sus legislaciones en lugares como Francia, Reino Unido o Estados Unidos.
El matriarcado familiar español, la tradición con sus diferentes momentos históricos, y la estructura legal que desde el siglo XIX asegura el mantenimiento de los apellidos maternos y paternos a los hijos en España –a lo cual se ha añadido una simplificación para elegir el orden de los mismos en los últimos años- hacen de España un país mucho más igualitario en el acceso de los hijos a la herencia cultural materna, y que permite que la mujer no aliene su individualidad para asumir el apellido de su marido como propio de forma forzada.
Y es que España, aunque a muchos de sus habitantes les cueste verlo y defenderlo ha sido pionera en cosas que hoy parecen “modernas”.
A ver si esos “bárbaros” de Francia, de Reino Unido, de Estados Unidos y tantos otros países vuelven a la tradición Romana, que deriva en la legislación Española del siglo XXI, igualitaria en la selección de los apellidos de los padres entre hombre y mujer, mantenida y profundizada por España a través de los siglos.