Si los mercados energéticos y alimentarios, que suelen ser bastante volátiles, dan una tregua los próximos meses, la marcha de la inflación estará ligada estrechamente al comportamiento de los salarios y de los márgenes empresariales.
Es el escenario que dibuja la Fundación de las Cajas de Ahorros, Funcas, que apunta a que los costes de producción en la industria y en la agricultura han empezado a reflejar el abaratamiento de los suministros energéticos y de otros insumos importados. Después de meses de máxima tensión en los mercados del gas, la electricidad y, en menor medida, del petróleo, los costes de producción en la industria y la agricultura han empezado a reflejar el abaratamiento de los suministros energéticos y de otros insumos importados.
Con los datos de abril sobre la mesa, el índice de precios de producción en la industria, excluyendo la energía, creció a un ritmo anual del 4,2 %, cuando venía de hacerlo a doble dígito a lo largo del pasado ejercicio. En la agricultura, aunque no se ha apreciado un cambio de tendencia hasta fechas recientes por la presión que han ejercido sobre los precios las condiciones climatológicas desfavorables y la sequía, los datos de precios pagados por los agricultores, los fertilizantes y otros insumos apuntan a una leve moderación, «algo que poco a poco debería frenar el IPC de alimentos» apunta Raymond Torres, director de Coyuntura, en la última edición de los ‘Cuadernos de Economía’.
Desde su punto de vista, los factores exógenos que habían impulsado la inflación «tienden a amainar» y, pese a que esta tendencia sufrirá altibajos -desde Funcas habían venido advirtiendo de que lo que queda de año nos enfrentaríamos muy probablemente a una inflación de dientes de sierra- bajo el supuesto de un entorno externo sin grandes sobresaltos, por ejemplo desde el punto de vista geopolítico, tanto la energía como los alimentos aportarán menos al IPC.
En el mes de mayo la inflación subyacente (que excluye de su cálculo los componentes más volátiles como la energía y los alimentos frescos y tiende a revelar tensiones más estructurales de los precios) se moderó cinco décimas hasta el 6,1%, un nivel todavía elevado. El núcleo central del IPC, que se obtiene eliminando además los alimentos elaborados, se sitúa desde principios de año alrededor del 5%, también en cotas elevadas. Mientras que el deflactor del PIB, un índice que se utiliza para calcular la diferencia entre el PIB nominal y el PIB real, se incrementó un 6,2% en el primer trimestre frente al 0,8% que había venido subiendo de media en el periodo expansivo previo a la Covid.
Los márgenes empresariales y la inflación
Torres apunta a que el aumento del deflactor del PIB, que fue del 10,1% entre el segundo trimestre de 2021 y el primero de este año, se explica sobre todo por la recuperación de los márgenes empresariales, y en menor medida por el alza de los costes laborales unitarios. Añade, así, que el 73% de la inflación en términos de deflactor del PIB registrada en ese periodo se debe al excedente bruto de explotación por unidad de producto (rentabilidad), el 17% a los costes laborales unitarios y el 10% a los impuestos.
Ese aumento de los excedentes se debe, en parte, a la recuperación posterior a la pandemia y no alcanzó los niveles previos a la crisis sanitaria hasta el último trimestre de 2019. De enero a marzo de este año se situó seis décimas por encima. Con todo, los márgenes han dependido de los sectores, siendo mayores en el caso de la energía y el comercio al por mayor, mientras que en la construcción y en algunas ramas manufactureras aún no se han recuperado.
Con unos precios de la energía y otros suministros estables y teniendo en cuenta el reciente acuerdo de negociación colectiva firmado por patronal y sindicatos (que contempla alzas salariales del 4% este año y del 3% los dos próximos), dado que el SMI también subirá, «la remuneración media por asalariado podría crecer ligeramente por encima del umbral fijado para este año», apunta el director de Coyuntura de Funcas. Si a esto se le añade la subida de sueldos del sector público, el avance de la productividad del trabajo prevista (0,5% cada año), los costes laborales aumentarían a su vez un 3,7% este año y un 2,5% los dos siguientes.
A partir de estos dos factores, la inflación dependerá de cómo se comporten los márgenes empresariales. Si estos se estabilizan alrededor de los niveles observados en el primer trimestre -con el consumo privado débil hay poco espacio para que las empresas puedan aumentar sus tarifas de venta más allá de lo que justifiquen los costes de producción- el excedente aportaría, según sus cálculos, 2,8 puntos al deflactor del PIB este ejercicio, que se situaría en el 4,7%, el 3,5% y el 2,5% los próximos tres años.
Desde Funcas entienden que esta previsión, pese a estar por encima del objetivo de inflación del 2%, es relativamente cauta, ya que implica que los salarios no recuperarán el poder adquisitivo perdido desde que esta empezó a dispararse. «Los efectos de segunda ronda son casi nulos en términos de salarios», añade el informe. La moderación de los márgenes empresariales sería también prudente, puesto que quiebra la reciente tendencia al alza. Así, los beneficios de las empresas tendrían que reducirse sustancialmente en relación al nivel observado en el primer trimestre para que la inflación volviera rápidamente al 2% en el contexto actual del pacto salarial.