Pero Mapfre Economics avisa, en su informe sobre el tercer trimestre, que las previsiones apuntan a un crecimiento global más débil del que se anticipaba en el anterior estudio. Por el lado de la inflación, se observa una rápida moderación de los componentes de oferta, con los precios de las materias primas (principalmente las energéticas) trasladando ciertos signos de deflación hacia los precios industriales e introduciendo una lectura del coste de los bienes más templada. Por el contrario, la bonanza del sector servicios ha propiciado que las lecturas de inflación subyacente se consoliden en una senda de decrecimiento más rígida, revertiendo con mayor fluidez hacia los salarios, en un entorno de mercados laborales tensionado, y drenando la demanda hacia ramas de
actividad con una menor sensibilidad al endurecimiento monetario.
Las cadenas de suministro continuaron su senda a la normalización, aunque supeditada a riesgos por las tensiones geopolíticas sobre las que se asienta, entre otros. El contexto de una demanda global en declive, así como el impulso fallido de China en su etapa de reapertura, han propiciado que las materias primas, sobre todo las energéticas como el petróleo y el gas, avancen hacia un entorno de precios más sostenible, lo que comienza a afectar de forma negativa a los países exportadores.
Por otro lado, factores como unos mercados laborales tensionados, que pueden aumentar el riesgo de presiones adicionales por el lado de los salarios, así como el factor de la política fiscal y la posible retirada de gran parte de los paquetes de apoyo, entre otros, impulsan una mayor volatilidad de precios. «Por todo ello, es previsible que la inflación continuará con un comportamiento a la baja, aunque a menor ritmo y con tendencia a estabilizarse en torno a la subyacente, y a un ritmo potencialmente errático y volátil», señalan los expertos de Mapfre Economics. Éstos esperan que el ciclo de endurecimiento monetario continúe lospróximos meses. Las revisiones de inflación a nivel global se mantienen prácticamente sin cambios frente al trimestre anterior, lo que obliga a sobre ponderar el foco en la inflación por encima de la actividad.
Por lo que se refiere a España el informe señala que, “en el primer trimestre de 2023, la economía española se ha comportado mejor de lo que se esperaba hace unos meses, al crecer un 3,8%. Las exportaciones están sorprendiendo positivamente, y la componente de turismo está muy fuerte, pudiendo este año superar los niveles de 2019. La partida del consumo privado está menos fuerte, debido a la pérdida de poder adquisitivo por el efecto de la inflación, excepto en la venta de automóviles que se está recuperando de los problemas de falta de stock para entrega.
El consumo público evoluciona en función del gasto fiscal previsto y de los diferentes fondos de la Unión Europea. La inversión, por su parte, se está desacelerando, especialmente en el mercado inmobiliario y la construcción, dado el endurecimiento de las condiciones financieras.
Los índices de gestores de compras (PMI) de junio se han situado en positivo, excepto el manufacturero que se sitúa en 48,0 puntos, mientras que el de servicios está en 53,4. El índice de indicadores adelantados se estabiliza mientras que el indicador de confianza del consumidor sigue negativo (-21,2). Las ventas al por menor crecen a nivel interanual (6,5% a/ a), aunque en abril se han contraído (-0,6% m/m). El indicador de sentimiento económico de la Comisión Europea (100,5) está por debajo de los niveles de 2019, y la encuesta al sector minorista es positiva, pero en desaceleración, todavía con expectativa de precios al alza. Las ventas de automóviles están en recuperación (8,3% a/a).
De cara al resto del año, y con indicios en el sentido de que la economía tuvo un buen desempeño en el segundo trimestre, se prevé un crecimiento más fuerte que el anticipado hace unos meses. Las perspectivas han mejorado gracias a la moderación de los costes energéticos, un sector turístico que va a recuperar y superar el 2019 ,y la normalización de los cuellos de botella que afectaron al año anterior, especialmente en el sector del automóvil.
La previsión de crecimiento del PIB español se ha situado en el 2,2% en 2023, con fortaleza en las exportaciones, un razonable comportamiento del consumo privado dada la alta inflación, el endurecimiento financiero y un consumo público beneficiándose de la entrada de fondos europeos, y de la todavía fiscalidad expansiva. Para 2024, sin embargo, la previsión de crecimiento económico se coloca en el 1,9%.
La inflación, por su parte, alcanzó el 1,9% en junio, con precios de la energía a la baja (-10,5%), mientras que los alimentos (12,0%), bienes para el hogar (5,8%) y otras partidas siguen subiendo. La inflación subyacente sigue incómodamente alta (6,1%), aunque se ha moderado. Los precios al productor bajan al -4,5%, lo que es buen presagio para la inflación en los próximos meses. Las empresas han aguantado 2022 con moderación salarial, mientras que en 2023 ya se están viendo renegociaciones para recuperar poder de compra de los trabajadores. Así, la inflación en 2023 será más moderada de lo que se esperaba, pero para 2024 se espera que sea más resiliente; por un lado, a raíz de un posible repunte de los precios energéticos (como resultado, en parte, de la estrategia de la OPEP) y, por otro, por el fin de las ayudas temporales activadas para minimizar el impacto de la subida de precios.
Los riesgos de corto plazo para la economía española provienen del endurecimiento financiero, y lo que ello implique en términos de contracción de crédito a la economía para efectos de consumo e inversión. De hecho, ya se está viendo una retracción importante en la concesión de hipotecas (las nuevas hipotecas concedidas caen un -18% en el primer cuatrimestre y -26,7% a/a en abril).
El mayor coste de financiación pública también mermará el consumo público, aunque en este caso estará compensado por la entrada de los fondos de la Unión Europea. Asimismo, persiste la incertidumbre sobre los costes energéticos a medio plazo.