Según señala el organismo, se mantiene sin cambios la tasa de crecimiento prevista para 2023 respecto a las anteriores proyecciones, publicadas en junio, como resultado de factores que inciden sobre dicha tasa en direcciones opuestas y magnitudes que se compensan entre sí. Mientras tanto, de cara a 2024 y 2025, la revisión ha sido de cuatro y una décima a la baja, debido, principalmente, a un encarecimiento de la energía, un deterioro del contexto exterior y un mayor tensionamiento de las condiciones financieras. No obstante, el organismo espera que, a partir del inicio de 2024, que la actividad recobre un mayor vigor.
Hay que señalar que las proyecciones no tienen en cuenta la revisión que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha hecho del PIB, elevando tres décimas el crecimiento en 2022, hasta el 5,8% desde el 5,5%, y desde el 5,5% al 6,4% la evolución en 2021.
El Banco de España destaca que la economía española está mostrando un dinamismo comparativamente mayor que en otros países de la zona euro. Un comportamiento más favorable que se explica por las diferencias en la composición sectorial. En concreto, «la mayor fortaleza reciente de la actividad en España estaría relacionada, en parte, con el mayor peso en nuestro país de los servicios vinculados a la hostelería y el turismo, que han seguido experimentando una demanda muy elevada durante el verano. En cambio, el peso de las ramas manufactureras, cuyo dinamismo está siendo inferior al de los servicios, es comparativamente más reducido en la economía española. Además, dentro de estas ramas, aquellas más intensivas en energía han venido presentando un mejor comportamiento relativo en España que en la UEM o, por ejemplo, que en Alemania».
Por otro lado, en cuanto a la inflación, el Banco de España revisa al alza la tasa general para el presente ejercicio y el siguiente, colocando el Índice de Precios de Consumo (IPC) en el 3,6% y 4,3%, respectivamente, lo que supone cuatro y siete décimas más. Sigue manteniendo que descenderá hasta el 1,8% en 2025. El componente subyacente crecerá un 4,1% este año y se desacelerará hasta el 2,3% y el 1,7% en los dos años siguientes, según las previsiones.
Como explican, la revisión de 2023 se debe, sobre todo, al repunte experimentado por los precios del petróleo durante el verano, mientras que, para 2024, la revisión al alza responde, principalmente, al encarecimiento de la energía de acuerdo con los mercados de futuros y, en menor medida, a los efectos que sobre la inflación implica la extensión hasta el final de 2023 de la reducción del IVA de los alimentos y la subvención al transporte público.
Por componentes, respecto a la energía, las proyecciones suponen que las principales medidas desplegadas por el Gobierno para mitigar los efectos de la crisis energética expirarán a finales de 2023, lo que contribuirá a que el incremento del ritmo de variación de los precios energéticos se prolongue en los primeros trimestres de 2024, hasta alcanzar tasas cercanas al 25% en primavera.
La inflación asociada a este componente de la cesta de consumo comenzará moderarse en el tramo final de 2024 y pasará a ser prácticamente nula al final del horizonte de proyección.
Sobre los alimentos, su evolución de precios presentará un perfil descendente en los próximos trimestres ante el descenso de los costes de algunos insumos productivos tras los fuertes incrementos que registraron durante buena parte del año pasado. «No obstante, la magnitud de esta moderación de los precios de los alimentos tenderá a verse limitada por el impacto negativo que la materialización de condiciones meteorológicas adversas podría suponer sobre la producción de determinados bienes agrícolas en algunas áreas geográficas y también, probablemente, por la retirada de Rusia de la Iniciativa sobre la Exportación de Cereales por el Mar Negro».
En todo caso, el Banco de España cree que, a pesar del carácter idiosincrásico de los distintos condicionantes que están determinando el ciclo actual de los precios de los alimentos, su desaceleración reciente estaría en línea, en términos generales, con la observada históricamente tras otros episodios de encarecimiento.
Además, detalla que las perspectivas de inflación descansan sobre dos supuestos clave. En primer lugar, las proyecciones incorporan la existencia de una cierta asimetría en la transmisión de las variaciones de los precios de la energía al resto de los precios de consumo, de modo que estos últimos reaccionan en mayor medida a los encarecimientos de los insumos energéticos que a sus abaratamientos. «Esto contribuye a una cierta resistencia a la baja de la inflación subyacente, que se habría visto reforzada con el repunte más reciente del precio del petróleo». En segundo lugar, se asume que no se producirán efectos de segunda vuelta significativos (vía salarios y/o márgenes empresariales) que puedan desencadenar fenómenos de retroalimentación de las actuales presiones inflacionistas.
El Banco de España matiza que «los riesgos en torno a estas proyecciones se encuentran orientados a la baja en lo que respecta a la actividad y equilibrados con relación a la inflación».
En cuanto al mercado de trabajo, las últimas proyecciones reflejan que el empleo mantendrá un dinamismo elevado este año, con un crecimiento del 2,6% en términos del número de personas empleadas, para desacelerarse en los dos años posteriores, en línea con lo previsto para la actividad, si bien la productividad aparente del trabajo experimentará una cierta recuperación. «La continuación del proceso de creación de empleo explica el proyectado descenso de la tasa de paro, que se situaría en el entorno del 11% en el promedio de 2025, en un contexto de crecimiento sostenido de la población activa, que se beneficia del incremento poblacional asociado a los flujos migratorios».