Por tanto, según datos del INE analizados en Focus on Spanish Society, publicación editada por Funcas, todas las ganancias de este indicador entre 2014 y 2019, quinquenio en el que la carencia material severa se redujo del 7,1% al 4,7%, se «perdieron» en 2020 (7%). A pesar del crecimiento del PIB y del empleo, la carencia material severa ha seguido aumentando entre 2020 y 2022, situándose por encima de los niveles prepandémicos. La tasa de carencia material severa determina el porcentaje de la población que carece, al menos, de cuatro ítems de una lista de nueve bienes y actividades cuyo acceso se considera hoy en día esencial para el bienestar individual. Se trata de un indicador de vulnerabilidad grave, cuyo análisis cobra especial importancia en un contexto de crisis sucesivas y fuerte aumento de la inflación. Uno de los conceptos incluidos en el indicador de carencia material es la capacidad de mantener la vivienda a una temperatura adecuada.
En este aspecto existen diferencias notables entre los 27 países de la Unión Europea, según los datos de Eurostat. Con un 17,1% de su población que declara no poder mantener una temperatura adecuada en casa, España se sitúa por encima de la media europea (9,3%). En países como Austria, Suecia y Finlandia la proporción de personas afectadas por este problema es inferior al 3%. En cualquier caso, hay que mencionar que en casi todos los países europeos este indicador empeoró entre 2021 y 2022. Mientras que en España aumentó en tres puntos porcentuales, los incrementos más significativos se observaron en Rumanía, Francia e Irlanda. La fuerte subida de los precios de los alimentos desde 2021, agravada por la guerra en Ucrania, también puede haber afectado seriamente a los hogares más vulnerables. Sin embargo, en esta dimensión de carencia material, España registra datos más positivos. En 2022, el 5,4% de la población afirmaba no poder permitirse carne, pollo o pescado al menos cada dos días, proporción superior a la de 2021 (4,7%), pero significativamente inferior a las observadas no sólo en muchos países de Europa del Este, sino también en Alemania (11,4%), Grecia (10%), Francia (9,5%) e Italia (7,5%). Profundizando en los datos españoles, se aprecian diferencias considerables entre las comunidades autónomas.
Mientras que alrededor de una quinta parte de la población de Extremadura (23%), Andalucía (21%) y Murcia (20%) declaraba en 2022 no poder mantener su vivienda a una temperatura adecuada, estas cifras se situaban por debajo del 10% en Castilla y León, País Vasco, Navarra, La Rioja y Aragón. Estas últimas regiones son también las que salen mejor paradas si nos centramos en las personas que pueden procurarse una comida con carne, pollo o pescado cada dos días. Las diferencias en este ítem son aún más pronunciadas que en la capacidad para mantener el hogar a una temperatura adecuada. Así, la tasa más alta (Canarias: 11,9%) es seis veces mayor que la más baja (Aragón: 1,9%). En ambos indicadores, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla presentan los peores resultados. Sin conversaciones políticas Según el Eurobarómetro publicado en julio de 2023, más de cuatro de cada diez adultos en España reconocen que nunca hablan con familiares o amigos sobre asuntos de política nacional. Este comportamiento puede deberse o bien a que la gente no está interesada en estos temas o bien a que los elude para evitar las discusiones. Pero en cualquier caso, revela una debilidad del debate público y sugiere una amplia desafección política por indiferencia o por temor a disputas.
El porcentaje de personas que afirman no discutir nunca sobre temas políticos en España (43%) es el más alto de la Unión Europea, seguido de Francia (35%), Irlanda (33%) y Portugal (32%). En el otro extremo se sitúan Alemania, Suecia y Países Bajos; en estos últimos países, el porcentaje de personas que hablan frecuentemente con sus familiares y amigos sobre política es mayor que el de quienes no lo hacen nunca. Por el contrario, en España las personas que nunca hablan de temas políticos con familiares y amigos casi triplican a las que lo hacen con frecuencia. La educación importa a este respecto: cuanto menor es el nivel educativo, mayor es el porcentaje de personas que prescinden de las conversaciones políticas. Seis de cada diez personas con menor nivel educativo se mantienen al margen de tales conversaciones. El patrón de desigualdad que evidencia este indicador es muy notable. Puesto que los niveles educativos de la población han seguido aumentando durante la última década, cabría esperar un descenso de la proporción de personas que eluden las conversaciones políticas. Sin embargo, los datos correspondientes a los últimos años apuntan una tendencia al alza de la población que elude las conversaciones políticas.