Hemos visto décadas de progreso en la innovación verde para la mitigación y la adaptación: desde los coches eléctricos y el hidrógeno limpio hasta la energía renovable y el almacenamiento en baterías.
Sin embargo, más recientemente, el impulso de la innovación verde se ha ralentizado. Y las tecnologías prometedoras no se están extendiendo lo suficientemente rápido a los países de bajos ingresos, donde pueden ser especialmente útiles para frenar las emisiones. La innovación ecológica alcanzó un máximo del 10 por ciento del total de solicitudes de patente en 2010 y ha experimentado un leve descenso desde entonces. La desaceleración refleja varios factores, entre ellos el fracking hidráulico que ha bajado el precio del petróleo y la madurez tecnológica en algunas tecnologías iniciales como las renovables, que ralentiza el ritmo de la innovación.
El impulso más lento es preocupante porque, como mostramos en una nueva nota de debate del personal, la innovación verde no solo es buena para contener el cambio climático, sino también para estimular el crecimiento económico. A medida que el mundo se enfrenta a una de las perspectivas de crecimiento a cinco años más débiles en más de tres décadas, esos beneficios duales son particularmente atractivos. Alivian las preocupaciones sobre los costos de perseguir planes climáticos más ambiciosos. Y cuando los países actúan conjuntamente sobre el clima, podemos acelerar la innovación con bajas emisiones de carbono y su transferencia a las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
Nuestra investigación muestra que duplicar las solicitudes de patentes ecológicas puede aumentar el producto interno bruto en un 1,7 por ciento después de cinco años, en comparación con un escenario de referencia. Y eso está por debajo de nuestra estimación más conservadora: otras estimaciones muestran hasta cuatro veces el efecto.
Los beneficios económicos de la innovación verde se derivan principalmente de una mayor inversión en los primeros años. Con el tiempo, los beneficios de crecimiento adicionales provienen de una energía más barata y de procesos de producción que son más eficientes desde el punto de vista energético. Y lo que es más importante, provienen de un menor calentamiento global y de desastres climáticos menos frecuentes (y menos costosos).
La innovación verde se asocia con más innovación en general, no solo con una sustitución de tecnologías verdes por otros tipos. Esto puede deberse a que las tecnologías verdes a menudo requieren innovación complementaria. Por lo general, más innovación significa más crecimiento económico.
Una cuestión clave es cómo los países pueden fomentar mejor la innovación verde y su despliegue. Destacamos cómo las políticas climáticas nacionales y mundiales estimulan la innovación ecológica. Por ejemplo, un gran aumento en el número de políticas climáticas tiende a aumentar las solicitudes de patentes ecológicas, nuestro indicador preferido para la innovación verde, en un 10 por ciento en cinco años.
Algunas de las políticas más eficaces para estimular la innovación verde son los regímenes de comercio de derechos de emisión que limitan las emisiones, las tarifas reguladas, que garantizan un precio mínimo para los productores de energía renovable, y el gasto público, como los subsidios a la investigación y el desarrollo. Es más, las políticas climáticas mundiales dan lugar a aumentos mucho mayores de la innovación ecológica que las iniciativas nacionales por sí solas. Pactos internacionales como el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París amplifican el impacto de las políticas nacionales en la innovación verde.
Una de las razones por las que la sincronización de las políticas tiene un impacto destacado en la innovación verde nacional es lo que se denomina el efecto del tamaño del mercado. Hay más incentivos para desarrollar tecnologías bajas en carbono si los innovadores pueden esperar vender en un mercado potencial mucho más grande, es decir, en países que adoptaron políticas climáticas similares.
Otra es que las políticas climáticas de otros países generan innovaciones y conocimientos verdes que pueden ser utilizados en la economía nacional. Esto se conoce como difusión de tecnología. Por último, la acción política sincronizada y los compromisos climáticos internacionales crean más certidumbre en torno a las políticas climáticas nacionales, ya que aumentan la confianza de las personas en el compromiso de los gobiernos para abordar el cambio climático.
Las políticas climáticas incluso ayudan a difundir el uso de tecnologías bajas en carbono en países que no son fuentes de innovación, a través del comercio y la inversión extranjera directa. Los países que introducen políticas climáticas ven más importaciones de tecnologías bajas en carbono y mayores entradas de IED verde, especialmente en las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
Riesgos del proteccionismo
La reducción de los aranceles aplicados a las tecnologías con bajas emisiones de carbono puede mejorar aún más el comercio y la IED en tecnologías verdes. Esto es especialmente importante para los países de ingresos medios y bajos, donde esos aranceles siguen siendo altos. Por otro lado, unas medidas más proteccionistas impedirían una mayor difusión de las tecnologías con bajas emisiones de carbono.
Además, y dada la evidencia de las economías de escala, el proteccionismo, con mercados potenciales en última instancia más pequeños, podría sofocar los incentivos para la innovación verde y conducir a la duplicación de esfuerzos entre países.
Los riesgos de proteccionismo se exacerban cuando las políticas climáticas, como los subsidios, no cumplen con las normas internacionales. Por ejemplo, las prescripciones en materia de contenido nacional, en virtud de las cuales sólo los productos ecológicos producidos localmente se benefician de subvenciones, socavan la confianza en las normas comerciales multilaterales y podrían dar lugar a medidas de retorsión.
Más allá de adoptar un enfoque basado en normas para las políticas climáticas, las economías avanzadas, donde se produce la mayor parte de la innovación verde, tienen una responsabilidad importante: compartir la tecnología para que las economías emergentes y en desarrollo puedan llegar más rápido. Estas transferencias directas de tecnología prometen un doble dividendo para las economías de mercados emergentes y en desarrollo, reduciendo las emisiones y generando beneficios económicos.