Con todo, estas cuarenta y ocho horas finales de la democracia española han servido para ver como la división de España es un hecho real, logrado en un corto espacio de tiempo por un enfermo que se hace llamar presidente del Gobierno y que ha sido capaz de desmontar todo un partido político con mas de cien años de historia en poco mas de dos años.
Y lo de enfermo no es una cosa que nos inventemos los periodistas. No lo dicen psiquiatras y psicólogos ante el comportamiento histórico e histriónico con el que se comporta y que le ha permitido llegar a estar donde esta, despreciando a todos, todas y todes en una espectacular escalada de gestos y acciones para partir España en dos.
El problema sin embargo lo va a tener cuando tenga que sentarse en la mesa de dialogo con los independentistas catalanes que esta vez, y con Puigdemont a la cabeza han sido muy claros a través de su portavoz parlamentaria la señora Nogueras, quien a la primera ocasión le advirtió de la nueva situación. “Querría darle un consejo, dijo la seguidora del fugado, que no tiene obligación de seguir. Con nosotros no pruebe a tentar a la suerte. Su discurso no ha sido valiente”.
Eso si se lo dijo en catalán y a lo mejor Sánchez, a pesar de usar el pinganillo no la atendió, pero para el resto de mortales fue palmario: esta vez, querido pedro las mentiras no te van a valer de nada o cumples con la amnistía, el referéndum y todo lo que se nos ocurra o a la calle.
Así de fácil y de claro. Ahora solo nos queda por esperar a ver el destrozo de país que dejan a los siguientes.