Preguntado por cómo puede España afrontar una mejora en la productividad, Fernandez de Mesa y el director del IEE, Izquierdo han respondido que se necesita mejorar la inversión, ya que la rentabilidad de las empresas se encuentra en un nivel más bajo que antes de la pandemia. Esta permite conciliar la creación de empleo, la rentabilidad de las empresas y en su caso, la reducción de la jornada que está planteado el Gobierno. Hay que tener en cuenta que el crecimiento de la renta per cápita española en los últimos 15 años se explica por la mejora en la productividad. El problema es que son factores que no funcionan a la inversa. La mejora de la productividad empuja los salarios, pero una mejora en los salarios no produce que los trabajadores sean más eficientes”. Recalca que en los últimos años ésta ha tenido un crecimiento muy decepcionante. Comparados con los socios comunitarios, seguimos muy debajo, lo que explica que la renta per cápita española no haya mejorado en las últimas décadas en el entorno de la UE.
La economía española ha cerrado 2023 – señala el informe del IEE- con un crecimiento del 2,3%. No obstante, la tendencia a lo largo del año ha sido de ralentización, en línea con el estancamiento del empleo, el empeoramiento de los PMI o la ralentización de las exportaciones, incluidas las correspondientes al turismo. Si bien, la economía española ha mostrado un desempeño más favorable que sus socios comunitarios, esta es atribuible a factores como una recuperación más tardía desde los niveles precrisis, una composición sectorial con mayor peso en servicios y un menor impacto de la política monetaria.
La ralentización del comercio internacional, la subida de los tipos de interés, el deterioro de las expectativas y el aumento de la incertidumbre han supuesto un lastre para la actividad durante el segundo semestre de 2023. El deterioro del contexto internacional ha pesado sobre las exportaciones y la actividad industrial, mientras que el consumo privado y los servicios han mostrado una mayor resiliencia. Sin embargo, la pérdida de dinamismo de la demanda externa se ha visto compensada con un mayor avance del consumo de las familias en el segundo y tercer trimestre que han visto mejorada su renta disponible por la menor presión de los precios, el mantenimiento del empleo y la mejora de las rentas salariales durante este periodo. Desde el punto de vista sectorial, continúa la divergencia entre la evolución de la industria, que presenta recortes de actividad, y la de los servicios, que muestran un mayor dinamismo, aunque comienzan a dar señales de desaceleración igualmente.
En este contexto de desaceleración, las empresas perciben un descenso de su facturación. Además, se observan indicios de pausa en el proceso desinflacionista en el tercer trimestre, tanto en los costes de producción como en los precios de venta, viéndose afectada la actividad empresarial por el repunte de los costes energéticos y por la creciente incidencia de los problemas de disponibilidad de mano de obra. En 2023, el mercado laboral español mostró un crecimiento inicial, impulsado por la recuperación en el sector del turismo y de la construcción. Sin embargo, en la segunda mitad del año, la creación de empleo se está desacelerando.
Según las estimaciones del Instituto de Estudios Económicos, los afiliados a la Seguridad Social desestacionalizados efectivos (excluyendo los trabajadores en ERTE) mostrarán un crecimiento leve, en torno al 0,1% en tasa intertrimestral en el cuarto trimestre de este año, una décima menos que en el tercer trimestre, y claramente por debajo del 1,4% registrado en el segundo trimestre.
El dinamismo del empleo en el sector privado, en 2023, refleja que las empresas han seguido esforzándose por mantener sus plantillas de trabajadores, en un contexto de costes laborales y financieros más elevados, al tiempo que se reducen los niveles de productividad. Hay que destacar la notable subida de las cotizaciones sociales obligatorias en los últimos años. España sigue siendo uno de los países europeos con mayores cotizaciones sociales pagadas por las empresas en porcentaje del PIB (un 9,9% del PIB en 2021 frente al 7,3% de promedio en la UE). Todo ello perjudica a la competitividad de las empresas frente a nuestros competidores.
En cuanto a la inflación, en 2023 experimentó una desaceleración inicial en 2023 llegando al 1,9% en junio, luego repuntó, superando el 3%. El proceso de moderación de la inflación subyacente fue más gradual. A pesar de las expectativas de una mayor estabilidad en 2024, persisten riesgos, como las tensiones geopolíticas y posibles efectos de segunda ronda debido a incrementos salariales, así como el mantenimiento de una política fiscal expansiva.
Se espera que la inflación retome una senda de moderación paulatina y se situé por debajo del 3% a finales de 2024, al igual que el IPC subyacente, pese a que puedan revertirse en este periodo las medidas antiinflación aprobadas. De igual forma, la traslación de la inflación a los salarios se verá limitada por el Acuerdo del V AENC, aportando cierta certeza sobre las rentas salariales y contribuyendo a la estabilidad social en los próximos años.
El IEE estima que la economía española en 2024 puede crecer un 1,5%, aunque el ejercicio irá de más a menos. Respecto a la inflación, se espera que a lo largo de 2024 converja hacia tasas más alineadas con los objetivos de los bancos centrales y retome una senda de moderación paulatina y se situé por debajo del 3% a finales de 2024, al igual que el IPC subyacente. No se anticipan más incrementos en las tasas de interés, y se proyecta que la economía mundial retome un camino de crecimiento más sólido. Esto beneficiará a los fundamentos del consumo, que se espera que sigan siendo el soporte de crecimiento en 2024, a la inversión, a pesar de las dudas sobre su comportamiento futuro, y la exportación, que dependerá en gran medida de la competitividad de España y de la Unión Europea, en un contexto donde el comercio internacional está perdiendo impulso. En este contexto se seguirá creando empleo, si bien a tasas moderadas (alrededor del 1%), y la tasa de paro se irá reduciendo paulatinamente.
El IEE estima un desequilibrio fiscal público superior al -3,8% en 2024, mientras que el Plan Presupuestario 2023-2024 mantiene un déficit objetivo del -3% para 2024. Esta discrepancia señala la vulnerabilidad económica de España, especialmente ante condiciones financieras más restrictivas y un aumento en la carga de la deuda. En la última década España se ha quedado rezagada respecto a sus socios de la eurozona en su desarrollo de la inversión empresarial. En la actualidad, la inversión en bienes de equipo no ha recuperado aún los niveles alcanzados durante el periodo precrisis de la Covid-19, siendo inferior en un 5% a la registrada en este periodo.
Este proceso se ha agudizado por otros factores como el empeoramiento de las expectativas, la evolución de las rentas empresariales y el contexto de continua incertidumbre que afronta nuestra economía. Sin embargo, existen ciertos obstáculos como son la excesiva dimensión de nuestro sector público, las elevadas cargas tributarias y el fuerte desequilibrio fiscal, que lastran la inversión. Así, la reactivación de la inversión empresarial está condicionada a que se garantice la seguridad jurídica, se produzca una mejora del funcionamiento de los mercados y se refuercen las expectativas empresariales, promoviendo los principios de libertad económica y libertad empresarial.
Cabe señalar que, en España, las empresas contribuyen con un 32,2% a la recaudación total, en comparación con el 25% promedio de la UE, lo que representa una desventaja competitiva en términos de atracción de inversiones. De esta forma, la política fiscal debería diseñarse de tal forma que garantice la estabilidad presupuestaria y la reducción de la presión fiscal, sobre todo sobre los márgenes empresariales. En el periodo reciente, la incertidumbre empresarial habría aumentado con motivo del futuro desarrollo de la política económica derivado de los compromisos para la formación del nuevo Gobierno. Sus implicaciones en términos de aumento del gasto estructural, aumento de la presión fiscal y de otros costes, como los laborales, introducen un factor de presión adicional sobre los márgenes empresariales y dificultan la recuperación de la inversión empresarial.
Por último, España debe acometer reformas estructurales que mejoren nuestra productividad de los factores y nuestra competitividad internacional en términos de transición energética, digitalización, demografía e innovación. Resulta conveniente señalar que estos proyectos podrían estar financiados con los fondos Next Generation EU, pero se debe velar por su buena asignación y por la eficiencia del gasto público. El mero anuncio de este tipo de reformas estructurales operaría cambios positivos en el corto plazo sobre la inversión empresarial al mejorar las expectativas empresariales.