Y es que el resultado de la última, mal llanada convención socialista, ha desembocado en un nuevo partido, el sanchista que nada tiene que ver ni con aquel que fundo Pablo Iglesias, ni con el que contribuyo a la creación de la España del siglo XXI y que hoy reclaman sus viejos líderes como González, Guerra o Redondo, en un intento de recuperar una situación que ya se puede dar por perdida.
Lo que este fin de semana sucedió en Galicia es el último episodio de una historia que se inicio hace ya algunos años con la derrota de Sánchez y el inicio de una nueva etapa socialista que al no lograr la victoria en las urnas ha ido deteriorando la realidad política malvendiendo parcelas del Estado democrático a los que le prestaban sus votos para conforma unas mayorías antinaturales, pero que le permitían ejercer el poder desde La Moncloa.
Y si para ello era necesario arramplar con los ciudadanos y los jueves pues se hacia y si en ese marasmo España se empobrecía y endeudaba hasta límites insospechados e imposibles, daba lo mismo y si los jóvenes no reciben la formación que necesitan para salir adelante, pues será su problema pero no el de Sánchez, y si España pasa a no ser ni tan siquiera relevante en el contexto internacional da lo mismo, porque las embajadas son para los amigos y no para los diplomáticos bien formados y que saben hacer su en nombre de España y no de los intereses de cuatro politiquillos de tres al cuarto que en unos meses dejaran de estar en los puestos de relumbrón y tendrán que vivir de un sueldo o una pensión si es que les alcanza,
Pero todo eso a esta pandilla que adoran al señorito les importa muy poco, porque solo saben obedecer las instrucciones que les llegan desde La Moncloa y poco mas.