Tras asegurar que el Gobierno trabaja «en favor de la industrias y la reindustrialización», subraya que hay que «evolucionar hacia una industria cada vez más competitiva por un menor uso del CO2».
Por otro lado, reconoce que si fuera trabajadora de base de la industria petroquímica o de la fabricación de componentes de motores estaría «muy preocupada si los directivos de la empresa se pusiesen la venda en los ojos para no ver lo que realmente está ocurriendo».
«Utilizar el argumento del empleo me parece una herramienta para generar miedo», afirma, para añadir que «todo la industria alrededor del automóvil debe evolucionar». A su juicio, todo el mundo entiende que dejar atrás los combustibles fósiles no significa poner un cartel de ‘se cierra pasado mañana’, aunque «quizá ese cartel nos lo encontremos dentro de diez años si no se ha hecho nada antes».
Cuestionada por un cierre de las refinerías, afirma que «hoy sería imposible», pero «en el escenario de largo plazo a 2040 o 2050 es lógico pensar que no vamos a necesitar gasolina o gasoil». Asimismo, cree que el combustible sintético «solo servirá para que quien tenga un Maserati y quiera algo caro». «No creo que sea la respuesta para lo que la inmensa mayoría de los ciudadanos deseen… pueden tener un hueco pero no creo que merezca la pena hacer una apuesta colectiva de inversión de la magnitud que parece requerir».
Respecto a la demanda de Iberdrola contra Repsol por ‘greenwashing’, la ministra asegura que en el Reino Unido la agencia de control de la publicidad «prohibió la publicidad de Repsol como sostenible o renovable». «Pensar que cualquier tipo de combustible es sostenible no es cierto y hay que tener cuidado con las iniciativas simbólicas que buscan confundir a los ciudadanos», advierte. Asimismo, subraya que no cabe «calificar de ideológico, de talibanes o de incompetentes las actitudes y decisiones de los gobiernos» ya que «no es cierto y genera irritación».