Pero esto no se ha trasladado a una mejora equivalente de la estabilidad real de los empleos, como revelan los últimos datos de Eurostat, que muestran que nuestro país sigue registrando la mayor rotación laboral de toda la Unión Europea. La Encuesta de Fuerza Laboral (LFS por sus siglas en inglés) es la ‘versión’ que publica la Oficina Europea de Estadísticas de la EPA española. Parten de los mismos datos que recopila el INE (al igual que de los de sus homólogos del resto de países de la Unión), pero con un tratamiento algo diferente que le permite, además, publicar variables que no desglosa el organismo español. Una de ellas es la de los ocupados que en los últimos tres meses han empezado en un nuevo trabajo o lo han abandonado. A cierre del pasado año, los primeros sumaban 1,27 millones de personas, un 6% del empleo y los segundos un 5,5%, un total de 1,16 millones.
El porcentaje de nuevos trabajadores es inferior en seis décimas al registrado a finales de 2021 cuando se aprobó la norma, mientras el de los que lo abandona (ya sea de manera voluntaria o involuntaria) sube una décima respecto al nivel anotado entonces. Si lo comparamos con lo ocurrido en este tiempo con la tasa de temporalidad, se puede decir que el cambio en la volatilidad de entradas y salidas del empleo es nulo.
El saldo sigue siendo positivo para el crecimiento neto del empleo como lo lleva siendo desde que la Gran Recesión tocó fondo, allá por 2013. Una tendencia positiva que solo se interrumpió con la pandemia. Por otro lado, el retroceso en los nuevos empleos no es necesariamente una mala noticia; todo lo contrario, sí puede explicarse por el menor número de contratos temporales y el aumento de los indefinidos.
Si comparamos la situación con la del resto de países europeos, los datos son aún más preocupantes. España no es el miembro del club de los Veintisiete que más ocupados incorpora cada trimestre, aunque se mantiene a corta distancia de países nórdicos como Finlandia (6,6%) y Dinamarca (6,5%).