El organismo ha publicado este miércoles la actualización de su ‘Monitor Fiscal’, en el que estima, en línea con los cálculos del Gobierno, que el endeudamiento del conjunto de las Administraciones Públicas se reducirá este año hasta el 106,3% y que el déficit caerá hasta el 3,1% del PIB, una décima por encima de lo exigido por las reglas fiscales, que se recuperan a nivel europeo después de permanecer suspendidas desde 2020.
En un contexto en el que, según el organismo, España seguirá creciendo por encima de la media de la Eurozona (un 1,9% este año) y será también la economía avanzada más dinámica el año que viene, alguno de sus principales desequilibrios podría agravarse. El Fondo empeora el cálculo que publicó el pasado mes de octubre sobre cómo evolucionará la deuda a medio plazo y teme que el déficit pueda superar el 3% que le exige Bruselas tanto en 2026 como en 2027.
El organismo prevé que el endeudamiento público se reduzca al 104,9% del PIB el año que viene, para elevarse de nuevo al 105% los dos ejercicios siguientes. De cara a 2028 contempla que se modere alrededor de medio punto hasta el 104,6% del PIB y que lo haga otras dos décimas más en 2029, cuando apenas se habrá rebajado hasta el 104,2% del PIB.
Mientras el desfase en las cuentas públicas se situaría en el 3% el año que viene, se elevaría los dos siguientes hasta el 3,2 y el 3,3% del PIB, respectivamente, y volvería a reducirse al 3% tanto en 2028 como en 2029. La institución que capitanea Georgieva contempla que a lo largo de todo este escenario de proyecciones la economía española avance más que la media de la Eurozona. Lo hará, sobre todo en el más corto plazo, pese a la incertidumbre que representan las tensiones geopolíticas en Oriente Medio y Ucrania, y sin que se conozca a ciencia cierta cuál será el ritmo de rebaja de los tipos que apliquen tanto el Banco Central Europeo como el resto de grandes emisores a nivel global. Estos son, de hecho, los principales riesgos para la economía global a los que apuntaba el FMI en las previsiones publicadas el martes.
Ese proceso de reducción de los desequilibrios será clave a nivel general los próximos años. «Se necesitan esfuerzos duraderos de consolidación fiscal para salvaguardar la sostenibilidad de las finanzas públicas y reconstituir los colchones (anticrisis) en un contexto de ralentización de las perspectivas de crecimiento a medio plazo y tipos de interés reales elevados», sostiene el FMI en su informe. Ese proceso de consolidación ayudará, además, a salvar la «última milla» de la inflación hacia un nivel más en línea con el objetivo que se han marcado los bancos centrales, especialmente en las economías más recalentadas. Al organismo le preocupa que cuatro años después del estallido de la pandemia de Covid los déficits fiscales y las deudas sean superiores a las previsiones anteriores a esa crisis. El alza de los tipos de interés elevó los gastos por intereses y se incrementó el desembolso en prestaciones sociales, subsidios y transferencias dentro de los paquetes anticrisis gubernamentales. A esto se suma que los gobiernos introdujeron rebajas fiscales y en las cotizaciones a la Seguridad social, entre otras medidas de protección a familias y empresas.
«Estas iniciativas sólo se vieron compensadas en parte por el aumento de ingresos derivado de la inflación pasada, puesto que las sorpresas inflacionistas disminuyeron y los tramos impositivos se equipararon al crecimiento salarial», recuerda el FMI. Este año el déficit primario global se reduciría al 4,9% del PIB. Sin embargo, el organismo cree que persisten riesgos sustanciales para las finanzas públicas, y advierte de que reanudar la normalización de la política fiscal exigirá esfuerzos significativos para capear los vientos en contra.
Uno de ellos tiene que ver con el «Gran Año Electoral», dado que este ejercicio ochenta y ocho economías o áreas económicas que representan más de la mitad de la población y el PIB mundiales ya han celebrado o celebrarán elecciones. El apoyo al aumento del gasto público ha crecido en todo el espectro político en las últimas décadas, lo que hace que este año sea especialmente difícil, ya que la evidencia empírica muestra que la política fiscal tiende a ser más laxa, y los desvíos mayores, durante los años electorales. La ralentización del crecimiento y las turbulencias financieras en China podrían pesar sobre el crecimiento y el comercio mundiales, planteando retos fiscales a los países con fuertes vínculos comerciales y de inversión. Los gobiernos también pueden sentirse presionados para ampliar aún más el apoyo fiscal en caso de nuevas interrupciones de las cadenas de suministro que generen perturbaciones de los precios. Por último, los riesgos de refinanciación de la deuda siguen siendo elevados para muchos países.
La deuda pública mundial rozaría el 99% del PIB en 2029, impulsada por China y Estados Unidos, donde, con las políticas actuales, se prevé que la deuda pública siga aumentando por encima de los máximos históricos. A lo anterior se suma que las presiones de gasto para abordar los retos estructurales, incluidas las transiciones demográfica y ecológica, son cada vez mayores.
Aunque el ritmo de la consolidación fiscal debe calibrarse para no dañar la demanda privada, en muchos casos es necesario adoptar medidas por adelantado, especialmente cuando los riesgos soberanos son elevados y no existe un marco creíble a medio plazo. También son necesarias reformas para contener las crecientes presiones sobre el gasto, por ejemplo, en las economías avanzadas con poblaciones envejecidas o focalizando las redes de apoyo a los más vulnerables.