Sin embargo, el aumento general presupuestario no se tradujo en mayor consumo, ya que se ha podido observar una ligera disminución del 0,7% en la demanda de alimentos y bebidas.
El último informe publicado por el Ministerio de Agricultura y Pesca sobre el consumo de alimentos y bebidas en 2023 también indica que se experimentó una ligera reestructuración en la cesta de la compra, como consecuencia directa del crecimiento anual que el Índice del Precio al Consumo (IPC) viene experimentando desde el año 2014, cerrando el año 2023 con una cifra del 3,1% en el apartado de alimentos y bebidas no alcohólicas. Los datos de la cartera ministerial entran en sintonía con los proporcionados a elEconomista.es por parte de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), según la cual la inflación y la consecuente subida del IPC tuvieron efectos negativos sobre el precio medio de una cesta de la compra, con un encarecimiento de hasta un 38%, aunque dicho aumento se elevase hasta un 47% en tan sólo los últimos cuatro años, con una aumento del valor de los alimentos y bebidas del 11,9% y del 8,9% respectivamente, según el estudio Kantar.
Dentro de todos los segmentos de la compra, el sector con el que más se intensificó la crisis de demanda fue el oleícola, con una disminución de su volumen de un 3,3% como consecuencia directa de la alta tasa inflacionista que este preciado bien ha soportado a lo largo de los últimos años. Comprar un litro de aceite en 2023 supuso un coste de media 0,80 céntimos superior que en el año anterior, es decir, un 21% más. No se queda aquí. El dato se vuelve especialmente alarmante cuando se observan y comparan las cifras con las del año 2021, habiendo aumentado su precio un 75% a lo largo de los dos años seguidos, lo que supone un precio de 2 euros más por cada litro de este ahora convertido en ‘oro líquido’. Esta tendencia inflacionista explica cómo los españoles tuvieron que destinar de media un 17,5% más de su presupuesto per cápita para incluir este bien tan preciado en su cesta de la compra, que llega a representar el 2,58% del gasto en el total de alimentos. Aunque el dinero asumido por los consumidores aumente, el volumen de aceite adquirido por los españoles se redujo considerablemente.
El perjuicio que padeció el tradicional aceite oliva virgen extra (AOVE) a consecuencia del aumento exponencial de su precio entra en claro contraste con el éxito cosechado por el de girasol, en cuanto a la producción y consumo generales. Este rival vio incrementada su demanda en hasta un 24,6% con respecto al año anterior, en detrimento de la disminución que experimentó su mayor oponente en el mercado. El competitivo precio del aceite de girasol, que no alcanza los 2 euros por litro, explica su ventajosa posición y cómo este ha logrado erigirse como el ganador del primer puesto en todo un sector oleícola zarandeado por una crisis de la demanda, llegando a representar un 33,8% del volumen del mercado, mientras que el AOVE perdió hasta el 23,8% del volumen de compras en comparación con el año 2022.
Aunque de manera menos acusada que en el caso del aceite, los alimentos pesqueros, cárnicos y lácteos también se toparon con una situación inflacionista que trastornó de manera indirecta la composición de la mayoría de las listas de la compra.
El pescado se convirtió en un bien cada vez menos asequible para el común de los consumidores, quienes en términos per cápita gastaron un 3,6% más de su dinero, aunque por una cantidad de un 2,2% menor. El aumento del 7,1% del precio medio con respecto al registrado en el 2022 convirtió la caída de la demanda en un fenómeno estructural y transversal a todos los derivados del mar, desde los géneros en conserva hasta los moluscos y crustáceos, de manera que los españoles consumieron una media de 18,56 kilos por persona al cierre del año 2022.
En una situación bastante distinta se encontró la carne, cuya adquisición ha incrementado hasta llegar a un 6,4% más que el año anterior. Sin embargo, no estuvo exento de sufrir una ligera subida de precios de entorno al 7%, lo que explica el aumento de su facturación. El incremento del consumo de productos cárnicos en un 6,4% durante 2023, por su parte, se debió principalmente a la tendencia española de este último año a comprar más carne de pollo, concretamente un 15% más. Se convierte así en el producto estrella de toda la gama de carne fresca, cuya demanda total incrementó un 8,7%. De la misma manera, el precio de la leche tampoco se libró de los vaivenes inflacionistas de los productos alimenticios . Con un crecimiento del 12,2% en contraste al año anterior, su consumo se ha visto reducido en casi un 3%, lo que se asemeja a la situación del resto de derivados lácteos que presentan un crecimiento de su valor monetario del 11,8%, tendencia que viene acostumbrando a los españoles desde el año 2008.
A la ligera disminución del número IPC en alimentos y bebidas no alcohólicas en el último tramo del 2023 con respecto al 2022 (se pasó del 5,7% al 3,1%), se le suma el estancamiento en un 3,9% en enero de 2024 de la escalada de precios de los alimentos, según datos del Índice de Precios Industriales (IPRI). Todo parece indicar que la subida continua de precios que los consumidores se ven obligados a asumir cada vez que acuden a los grandes supermercados tiende a estabilizarse, aunque continúan sufriendo las pérdidas y las consecuencias de la todavía existente inflación.