«El crecimiento moderado de la productividad es un problema endémico de la economía española», apuntaba en su análisis el Ejecutivo comunitario en su análisis por país presentado en junio. Seguidamente, advertía de que «el bajo rendimiento de la productividad en sectores como agricultura, silvicultura y pesca y la construcción pueden contribuir al deterioro de la productividad total».
Pese a las consideraciones de Bruselas, los análisis realizados por el Banco de España muestran que la productividad del campo español supera a la media comunitaria. La agricultura es el único sector que supera en productividad a la UE desde 1995. Ha ganado 14 puntos de productividad y es la única actividad que consigue mejoras en el indicador de la estructura productiva en nuestro país. El campo español tiene dos caras: ha tratado de mejorar su eficiencia para adaptarse al clima, con la optimización del uso del agua. Es también un actor importante en la cesta de comercio exterior, pero sus condiciones laborales son precarias y los empresarios tienen dificultades para rentabilizar su trabajo.
Con la vista puesta en la transición energética en la que avanzará la UE en los próximos años, la Comisión Europea apunta que hay margen para completar las actuaciones con políticas en el mercado laboral en aquellos sectores más afectados por el cambio climático, entre ellos se refiere a la agricultura y la pesca, aunque también el turismo. Es una de las conclusiones que arroja el Ejecutivo comunitario en el análisis por país que presentaba el pasado junio.
La gestión del agua para el campo es clave, arroja uno de los puntos principales de los que habla Bruselas. Avisa de que los niveles «insostenibles» de extracción de agua subterránea ha propiciado una elevada salinización en el sur de España, como en Almería.
Además, los sumideros naturales de carbono, como bosques, suelos u océanos que absorben CO2, están expuestos a riesgos relacionados con el cambio climático, como cambios en las condiciones de los ecosistemas que podrían afectar a su capacidad para capturar y absorber dióxido de carbono. Como añadido, las infraestructuras críticas en zonas costeras están expuestas a fenómenos del cambio climático.
El sector agrícola se ha vuelto más intensivo. Si la densidad del ganado ha incrementado del 0,61% en 2010 al 0,7% en 2020, en 2022 España se convertía en el país con mayor población ganadera de la UE. La cría intensiva de aves de corral y cerdos supusieron el mayor impacto para el medio ambiente en términos de emisiones de amoniaco al medio ambiente.Por otro lado, Bruselas advierte de que la agricultura intensiva también supone un riesgo para la contaminación por nitrato. El balance de nitrato en suelo agrícola ha incrementado en los últimos años y el contenido en nitrato de las aguas subterráneas exceden los niveles de la media comunitaria.
En todo caso, el análisis concede que España tiene una baja exposición a pérdidas económicas sin asegurar vinculadas con los eventos climáticos extremos. Un elemento en el que el sector público juega un papel crucial como aseguradora nacional y abordando las pérdidas relacionadas con las condiciones climáticas a través del Consorcio de Compensación de Seguros.
También hay margen de mejora para implementar prácticas sostenibles en el sistema agroalimentario. La producción anual en 2023 llegó a los 45.200 millones de euros en España y alberga la segunda mayor superficie de la UE en agricultura orgánica, que supone el 10,8% de los terrenos cultivados. Sin embargo, se necesitan más medidas para que esta cifra se eleve al 25% en 2030.