El 71% de las que nacieron en 2007, el año previo a la gran recesión global del siglo XXI, también ha desaparecido. La supervivencia empresarial en España muestra una gran fragilidad que explica porqué el riesgo de no cobrar de un cliente es uno de los más importantes que afronta una empresa. Las altas tasas de fracaso subrayan la necesidad crítica de una gestión financiera prudente y una selección cuidadosa de los clientes para asegurar la viabilidad a largo plazo.
La inyección inicial de capital permite a la inmensa mayoría de los proyectos empresariales cumplir sin problemas los primeros 24 meses de vida. La tasa de supervivencia es del 99% de las empresas en su primer año y del 98% el segundo. Sin embargo, a partir de ese punto, aquellas que no son capaces de generar números negros afrontan un futuro muy incierto. Muchas empresas no logran superar los desafíos iniciales, por una falta de financiación adecuada, la intensa competencia, la mala elección de clientes o los rápidos cambios en el mercado. De hecho, el tercer año de vida es el que registra mayor mortalidad empresarial: la tasa de supervivencia cae 18 puntos hasta el 81%. El cuarto año, el segundo peor de la serie, la tasa cae otros 11 puntos hasta quedar en el 70%. Dicho de otro modo: uno de cada cuatro proyectos empresariales quiebra entre el tercer y el cuarto año de vida.
En los años siguientes las tasas de mortalidad empresarial se suavizan ligeramente. De acuerdo con el estudio de Iberinform, dos de cada cuatro proyectos empresariales no llegan a cumplir el décimo año, donde la tasa de supervivencia cruza el ecuador y queda recortada al 47%. A los 15 años la tasa de supervivencia se limita ya al 31%. Es un punto de giro en la madurez de las empresas españolas. A partir de ese momento, las posibilidades de supervivencia se estabilizan. Una de cada cuatro empresas logra cumplir los 30 años.
La capacidad de una empresa para mantenerse operativa y rentable a lo largo del tiempo depende de multiples factores. Entre los más relevantes están la capacidad de innovación para mantener la competitividad en su sector, el conocimiento de la evolución del mercado para ajustar sus productos y servicios y la adecuada gestión financiera de los flujos de caja y riesgos de crédito de la cartera.