En su discurso de agradecimiento. Hernández de Cos analizó el panorama mundial, donde Europa “se está quedando atrás en términos de dinamismo económico con respecto al resto de grandes economías del mundo” y donde España “lleva ya más de una década sin conseguir mantener una senda de convergencia sostenida en renta per cápita con el resto de nuestros socios europeos”.
El entorno de fragmentación e incertidumbre geopolítica, el envejecimiento poblacional, el desarrollo tecnológico acelerado y la lucha contra el cambio climático, entre otros factores, introducen, según el economista madrileño, nuevos retos “a los que Europa y España deben responder con ambición”.
En este sentido, además de alcanzar “grandes” acuerdos políticos, las estrategias “más adecuadas” para afrontar esos desafíos se resumen en “un impulso adicional y definitivo al proyecto de integración europeo, combinado con reformas estructurales profundas a escala nacional, y el mantenimiento de un entorno de estabilidad macroeconómica – de estabilidad de precios y estabilidad presupuestaria –”. Sin dejar de lado temas como la independencia, la transparencia y la rendición de cuentas del Banco de España y de las instituciones “para aumentar la confianza de los ciudadanos en ellas”, Hernández de Cos ahondó en la necesidad de trabajar por una Europa “más próspera y unida”.
Y es que, Europa ha ido perdiendo peso en la economía mundial, dado su menor crecimiento relativo frente a otras potencias. Entre 2002 y 2023, la UE creció un 1,5 % en promedio anual frente al 2,2 % de Estados Unidos y el 8,3 % de China. Y, en términos per cápita, la renta disponible de las familias europeas ha crecido casi la mitad que en Estados Unidos desde el año 2000. “Detrás de este menor crecimiento se encuentra, sobre todo, el bajo crecimiento de la productividad, que ha provocado una caída de la competitividad europea. Y la causa fundamental de la reducida productividad europea se encuentra en el déficit de inversión, a pesar de que la tasa de ahorro de las familias europeas es elevada, en comparación con Estados Unidos, y a mantener un superávit por cuenta corriente”.
El sector tecnológico y el “escaso” dinamismo empresarial están en el centro de esas diferencias. Hernández de Cos reseñó que solo cuatro de las cincuenta primeras empresas mundiales de tecnología son europeas y que el gasto en I+D de las empresas de la UE es “significativamente menor” que el de sus principales competidores, y, además, esta brecha ha aumentado desde la crisis financiera.
El envejecimiento poblacional “que presionará al alza el gasto público en pensiones, sanidad y cuidado de los mayores” es otro de los elementos preocupantes aportados por el exgobernador del Banco de España.
En este contexto, advirtió que, en un escenario “extremo” de fragmentación de la economía mundial, “por ejemplo, dos bloques, Este-Oeste, en el que los aranceles se situaran en niveles similares a los vigentes en la época de la guerra fría, podría producirse una reducción de los flujos comerciales entre los dos bloques del orden del 20 % al 30 %, lo que tendría consecuencias muy negativas en términos de crecimiento económico, en particular en Europa”.
Pocos proveedores externos y “elevada” dependencia energética
La “elevada” concentración de las importaciones europeas en unos pocos proveedores externos, en particular de China, y la “elevada” dependencia energética externa son otras “fuentes de vulnerabilidad” para Europa, que, en su opinión, también debe afrontar la “necesidad” de ir a una autonomía estratégica en el ámbito de la defensa – “lo que requeriría aumentar de manera significativa el nivel actual de gasto en este ámbito” – y de mantener su lucha contra el cambio climático.
La política de defensa de la competencia, en su opinión, ha sido un factor “fundamental” del dinamismo de la actividad en la economía europea; sin embargo, el desarrollo de los gigantes tecnológicos en Estados Unidos y la escala de producción en China “ponen en cuestión” la efectividad de estas políticas en Europa.
Por otro lado, evidenció propuestas de redefinición del mercado “relevantes” en algunos sectores para favorecer la presencia de empresas de mayor tamaño y con mayor capacidad de inversión y de competir internacionalmente, como en el caso de las telecomunicaciones. Esta circunstancia y otras asociadas a la innovación y a la autonomía en defensa, “están generando una actitud mucho más abierta a la política industrial y las ayudas de Estado”.
El sistema público de bienestar social, que “genera efectos muy positivos sobre la igualdad de oportunidades y la equidad”, pero que también “obliga a mantener niveles impositivos más elevados que genera unas mayores cargas para las empresas europeas que merman su competitividad respecto a sus competidores internacionales”.. Así, en 2022 la UE tenía una ratio de ingresos impositivos sobre PIB del 40,2 %, frente al 27,7 % de Estados Unidos y el 20,1 % de China.
En una respuesta que incluye “más integración europea y más reformas estructurales nacionales, en un contexto de estabilidad macroeconómica”, la Unión Europa, en su opinión, a la pérdida de relevancia económica europea y a estos retos estructurales “debe seguir promoviendo un orden internacional basado en reglas, y el desarrollo y proyección de los valores fundacionales del proyecto europeo de libertad y solidaridad”.
Hernández de Cos consideró que la reducción de las barreras internas “ayudaría a las empresas europeas a alcanzar una escala óptima para poder competir en mejor situación a escala global”. De acuerdo con un informe reciente del FMI, las barreras internas en Europa son equivalentes a tarifas arancelarias de un orden del 44 % en manufacturas y el 110 % en servicios y su existencia reduce el crecimiento potencial en alrededor de un 10 %.
Atendiendo al denominado informe Letta y el informe Dragui, la profundización del mercado único “pasa por otorgar un papel preponderante a las políticas europeas en detrimento de las iniciativas a nivel nacional”.
En otro orden de cosas, Hernández de Cos defendió las inversiones en grandes proyectos, un avance hacia una Unión Fiscal y una garantía de estabilidad presupuestaria. La estrategia de financiación conjunta “permitiría sobreponer una de sus deficiencias históricas: la falta de una capacidad fiscal centralizada de suficiente magnitud”. Contar con mecanismos de actuación cíclicos en el área del euro que aseguren que el tono de la política fiscal agregada sea “el adecuado en cada momento” fue otra de sus reflexiones.
En los primeros momentos de vigencia de las nuevas reglas, “sería conveniente reforzar el papel de las autoridades independientes de responsabilidad fiscal a escala nacional y europea que permita un funcionamiento más automático de las reglas que las doten de mayor credibilidad y predictibilidad”.
Tener claro que la financiación privada “debe desempeña un papel fundamental”, culminar la Unión Bancaria y crear una Unión de los Mercados de Capitales configuraron otros de los mensajes que trasladó el exgobernador del Banco de España. “La existencia de un activo seguro paneuropeo con suficiente profundidad de mercado puede contribuir a la integración de los mercados privados de capitales en la medida en que facilitaría que los precios de los activos financieros de renta fija o variable reflejasen de forma más fiel los riesgos fundamentales de los mismos”, añadió.
En el ámbito de la Unión Bancaria, Hernández de Cos reconoció avances “significativos” con la constitución del Mecanismo Único de Supervisión, el Mecanismo Único de Resolución y un marco regulatorio único, pero “tampoco aquí la tarea está culminada”. Queda pendiente, a su juicio, la creación de un fondo europeo de garantía de depósitos “plenamente mutualizado”. El próximo director del Banco Internacional de Pagos ligó el proceso de integración europeo con una agenda “muy ambiciosa” de liberalización y reformas estructurales en cada uno de los países europeos. Sobre esta idea habló del caso de España y su “pobre desempeño en el caso de la productividad” por el “elevado” peso de las empresas de menor tamaño en comparación con otros países de nuestro entorno y el menor grado de creación y destrucción de empresas, y por “el hecho de que, a pesar de las mejoras de las últimas décadas, el nivel educativo de la población española sigue siendo inferior a la media europea”.
En su opinión, detrás de estos patrones “se han identificado múltiples obstáculos cuya eliminación resulta fundamental para mejorar el crecimiento de la productividad”. Hernández de Cos apuntó entre ellos el “elevado volumen y complejidad” de la regulación, la existencia de umbrales regulatorios asociados de manera arbitraria al tamaño de las empresas, el reducido acceso a fuentes de financiación no bancarias, el funcionamiento “ineficiente” de los procedimientos de insolvencia, y los procesos de asignación de licitaciones públicas que hacen recaer estas, mayoritariamente, en empresas grandes.
Proporcionar un marco regulatorio y un entorno institucional estable e impulsar la eficacia y la eficiencia de las Administraciones Públicas, extendiendo una cultura de “evaluación permanente” de las políticas públicas, conformaron otras de sus peticiones de mejora, entre las que incluyó las relativas al mercado laboral. En este último aspecto, “si bien en los últimos años se ha producido un significativo incremento de la tasa de empleo y una reducción de temporalidad, el grado de estabilidad en el empleo se mantiene sensiblemente por encima de lo observado en la Unión Económica y Monetaria y la tasa de paro sigue siendo casi el doble”.
El desempleo juvenil, la incidencia del paro de larga duración y la situación laboral de los trabajadores con edades cercanas a la jubilación, y la escasez de mano de obra en determinados sectores exige, según su criterio, revisar las políticas actuales para reducir la tasa de paro estructural de la economía española.