Trump anunció una nueva política comercial el pasado miércoles, que incluye un arancel mínimo del 10% a las importaciones de todos los socios comerciales (desde el 5 de abril) o aranceles «recíprocos» a 57 países (a partir del 9 de abril). La medida se ha basado en el déficit comercial bilateral1 de los distintos países frente a EE. UU., lo que supone un resultado en la parte alta de lo esperado. El arancel medio aplicado a las importaciones de EE. UU. pasaría del 3% a algo más del 25%, alcanzando máximos históricos en el último siglo. Trump ha declarado la emergencia nacional, por lo que su aplicación será prácticamente inmediata, ya que no necesita aprobación por parte del Congreso (véase la Nota Breve).
Asia es la región más afectada, con aranceles elevados para China, Vietnam, Taiwán, Corea del Sur y Japón. La UE se enfrenta a un arancel del 20% y no hace distinción entre países (así, España, por ejemplo, a pesar de presentar un déficit comercial con EE. UU., sale perjudicada al no hacerse distinción). De la lista de países, han quedado fuera México y Canadá, que ya tienen aplicado un arancel del 25% (aunque la orden ejecutiva firmada ayer sugiere que podrían reducirse al 12%) para los bienes que no cumplan con las condiciones del USCMA. Algunas industrias, como la farmacéutica, semiconductores, madera, cobre, ciertos minerales críticos y productos energéticos, están exentas de aranceles, al menos por ahora. También eliminó la cláusula de excepción de minimis (que exime de cualquier arancel a importaciones cuyo valor no supere los 800 dólares).
Este nuevo escenario introduce riesgos a la baja sobre el crecimiento global, y para Asia en particular (especialmente en países como Vietnam o Camboya), y al alza para la inflación en EE. UU., siendo más incierto el impacto en precios en el resto del mundo. La actividad en la UE también se vería afectada de forma moderada: el impacto directo de las medidas podría restar 0,4 p. p. al crecimiento del PIB en 2025, aunque la incertidumbre es muy elevada. El impacto final depende del nivel final de los aranceles y las medidas que se tomen desde Europa en materia arancelaria y fiscal, entre otros factores. De momento, los sectores europeos más afectados serían la química, el transporte, la maquinaria, los productos eléctricos y los metales.
El salto en el arancel efectivo promedio anticipa una mayor inflación en EE. UU., que podría escalar hasta el 4%, en media, en 2025 y una desaceleración importante del crecimiento. Si el aumento de ingresos por aranceles lo utiliza la Administración Trump para financiar rebajas de otros impuestos o compensar a empresas y familias, el impacto en el PIB americano sería más moderado.
Además de los efectos directos, hay que considerar los impactos indirectos sobre la confianza económica y las condiciones macrofinancieras, así como la posibilidad de represalias por parte de otros países y la falta de claridad sobre las negociaciones futuras, ya que elevan los riesgos para la economía mundial. Trump ha dejado abierta la posibilidad de negociar, pero también ha advertido sobre aranceles más altos si hay represalias. Esto podría llevar a una reconfiguración del comercio global, alejándose del multilateralismo hacia acuerdos bilaterales.
La fuerte y generalizada subida de aranceles de EE. UU. materializó uno de los peores escenarios que barajaban los inversores y ha profundizado la aversión al riesgo que ya venía dominando al mercado desde hacía varias semanas. El movimiento en los distintos activos reflejó una creciente preocupación por la sostenibilidad del crecimiento económico en EE. UU. mientras las medidas de inflación esperadas en EE. UU. repuntaron en los plazos más cortos. Así, los implícitos del mercado monetario pasaron a descontar como más probable cuatro bajadas de tipos de la Fed en 2025 y una más en 2026, hasta llevar el fed funds al intervalo del 3%-3,25%. En el caso del BCE, la fuerte subida de aranceles supuso una caída en las expectativas de inflación a corto plazo, probablemente descontando un mayor comercio con las economías asiáticas y la importación de algo de deflación. En este contexto, se cimentó la expectativa de que el BCE alcance el 1,75% como nivel de llegada este 2025. Por otro lado, la rentabilidad de la deuda soberana cayó unos 20 p. b. a lo largo de toda la curva estadounidense, aunque sin gran variación en la pendiente. Las caídas del acumulado de la semana en la eurozona son de menor entidad y los diferenciales periféricos se mantuvieron prácticamente planos. En cuanto a las divisas, depreciación generalizada e intensa del dólar frente a sus principales pares, en un movimiento que refleja tanto cierta salida de los activos estadounidenses como los menores tipos reales esperados en EE. UU. a corto plazo (los mencionados menores tipos de la Fed y una mayor inflación). Además de la apreciación del euro (2%), que se sitúa ya por encima de los 1,10 dólares, destacaron igualmente las apreciaciones del yen y el franco suizo, que actuaron como activos refugio, así como las del peso mexicano (2,1%) y el dólar canadiense (1,5%), después de que sus economías estuvieran exentas de aranceles adicionales. En el mercado de renta variable, las correcciones fueron generalizadas en los mercados desarrollados, con caídas similares en Europa y EE. UU., de en torno al –4%. Los mercados emergentes tuvieron un mejor comportamiento, con caídas algo más limitadas en los índices chinos y, en particular, en los latinoamericanos, de modo que el índice MSCI All Country World cayó un 2,7%. Por último, en el mercado de materias primas, el barril de petróleo Brent de referencia en Europa bajó casi un 5%, una caída similar a la de los metales industriales, por las dudas respecto al crecimiento y la demanda internacional.