Sin embargo, los recientes cambios de política impulsados por la nueva Administración han generado un shock adverso significativo, cuya magnitud, si no se aborda, se amplificará tanto con el tiempo como a nivel internacional. Los aranceles a la importación provocarán una seria contracción a corto plazo sobre los ingresos de los hogares, el gasto de los consumidores, los márgenes de beneficio y la inversión empresarial, incluso suponiendo que no haya más represalias de los socios comerciales. Y, con el tiempo, reducirán los incentivos para innovar, invertir y mejorar la calidad de los productos.
No es de extrañar que los mercados financieros estén reaccionando de manera tan violenta, lo que agrava aún más las perspectivas. Además, el proceso intermitente que se ha utilizado para imponer aranceles ha exacerbado la incertidumbre, con poderosos efectos negativos sobre la inversión y el consumo de bienes duraderos.
El clima de incertidumbre ha empeorado como consecuencia de
: I) las alusiones a alentar (o incluso forzar) a los tenedores extranjeros a extender el vencimiento de sus bonos estadounidenses;
II) la deportación de inmigrantes ilegales y de críticos con las políticas de la Administración;
III) el despido de muchos empleados del gobierno federal y de agencias públicas;
IV) la percepción de erosión del Estado de derecho,
V) las amenazas territoriales contra los aliados, lo que da como resultado crecientes boicots contra los bienes y el turismo estadounidenses.
En este contexto, el riesgo de estanflación, o incluso algo peor, ha aumentado considerablemente.