El anuncio de un aumento significativo y generalizado de los aranceles por parte de la Administración Trump, junto con una política económica errática y poco predecible, ha disparado el temor a una nueva desaceleración de la economía global.
En este contexto, toca reevaluar la posición de la economía española, valorando sus fortalezas y debilidades en el nuevo escenario.
El año 2025 podría haber sido un año de normalización económica, un buen año. Sin embargo, en pocas semanas, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha conseguido hacer temblar la economía mundial. El anuncio de un aumento significativo y generalizado de los aranceles, junto con una política económica errática y poco predecible, ha disparado el temor a una nueva desaceleración de la economía global. En este contexto, toca reevaluar la posición de la economía española, valorando sus fortalezas y debilidades en el nuevo escenario.
De entrada, la situación es distinta de la crisis financiera y de deuda soberana o de la pandemia. En esta ocasión, la economía española hace frente al shock Trump desde una posición de relativa fortaleza. Por un lado, la actividad económica parte de una dinámica positiva. Entre las economías desarrolladas, España es de las que más ha crecido en los últimos años, y los datos del 1T muestran que el ritmo de avance se mantiene en cotas similares a las del año pasado. El 1T 2025 se ha cerrado con una generación de empleo dinámica, los principales indicadores de actividad se han mantenido en niveles prácticamente iguales a los del último trimestre de 2024 y la confianza de los hogares se ha mantenido firme. Según los modelos de previsiones de CaixaBank Research, el PIB creció alrededor de un 0,6% intertrimestral en los primeros tres meses del año.
Por otro lado, cabe tener en cuenta que la exposición de la economía española a la estadounidense es limitada. Las exportaciones de bienes españoles a EE. UU. representan el 1,1% del PIB, y el valor añadido generado en España de las exportaciones que terminan en EE. UU., directamente o vía otros países, es de una magnitud similar. De todas formas, cabe mencionar que el grado de exposición por sectores es bastante heterogéneo y, en algunos casos, más elevado. Destaca la importancia de las exportaciones de algunos productos agroalimentarios, químicos o de maquinaria y equipos de transporte.
Más allá de las dinámicas recientes y de la exposición directa al shock, la economía española ha corregido algunos de los principales desequilibrios macroeconómicos que presentaba y que la hacían más vulnerable a shocks externos. En este sentido, destaca la mejora de la posición financiera del sector privado, con una reducción muy destacable del nivel de deuda, que durante los últimos años ha ido acompañada de un aumento notable del ahorro. Además, esto también ha ido de la mano de una destacable reducción de la deuda externa neta, que ha pasado del 95% del PIB que alcanzó en 2015 al 48% con el que cerró el pasado año.
A pesar de que en el «haber» ha habido cambios destacables en positivo, en el «deber» todavía quedan retos pendientes por corregir. Entre ellos, destaca la elevada deuda pública. A pesar de que se ha reducido de forma notable en los últimos años, y de que se sitúa en cotas similares o incluso inferiores a otros países de referencia, se mantiene en niveles elevados y limita la capacidad de acción del sector público en momentos de dificultad. La AIReF, además, ha recordado recientemente que las presiones al alza sobre el gasto público serán sustanciales en los próximos años, especialmente el gasto en sanidad y en dependencia. El previsible aumento del gasto en defensa añadirá aún más presión. A ello se suma una capacidad de crecimiento todavía dependiente de factores externos, como los flujos migratorios o el turismo. Un modelo de crecimiento más sustentado en las mejoras de productividad sería menos sensible a los vaivenes en el contexto internacional y, por tanto, más robusto. Además, favorecería un mayor crecimiento del poder adquisitivo de los hogares.
En el contexto de estos primeros días de abril, los riesgos alrededor de las previsiones de crecimiento de la economía española se han movido a la baja. El mes pasado publicamos una previsión de crecimiento del PIB de la economía española del 2,5% para este año, una cifra que incorporaba un coste de un par de décimas por el aumento de aranceles y de incertidumbre que esperábamos. En las próximas semanas, tendremos que valorar si es necesario algún ajuste a esta previsión en función de cómo evolucionen las negociaciones y la incertidumbre asociada a ellas, y de dónde se acaben fijando los aranceles. En cualquier caso, el impacto que se baraja para la economía española es sensiblemente inferior al que probablemente sufrirá la economía estadounidense y las economías más expuestas al mercado norteamericano.