Si bien el protagonismo, en última instancia, lo tiene el sector privado, lo importante es que el marco de incentivos y regulatorio no distorsione y propicie una adecuada asignación del talento hacia el desempeño de la función empresarial. Así, el monográfico, titulado “Función empresarial y desarrollo regional: hacia una estrategia de cualificación del tejido empresarial” y coordinado por Emilio Congregado, resalta la importancia de promover un ecosistema empresarial orientado a favorecer el emprendimiento de alto impacto, aplicando programas que favorezcan la aparición, crecimiento y supervivencia de emprendedores capaces de generar innovación y diferenciación (Carmona y Rico).
Sin embargo, la naturaleza de estos programas y la medición de sus resultados diferirán de las estrategias que tratan de convertir desempleados en autoempleados. En estos casos, el éxito de una política de promoción del autoempleo entre desempleados no sólo se medirá por su contribución a la reducción de la tasa de desempleo (Gómez-Cuenca y Morales-Kirioukhina) o supervivencia de estos emprendedores (Gil-Alana y Vílchez), sino que también tendrá que valorar si el emprendimiento les has servido para salir del autoempleo hacia un empleo asalariado, como parece indicar el comportamiento anticíclico de los trabajadores por cuenta propia sin asalariados (Camacho y Rodríguez-Santiago).
Para ello la política de promoción empresarial debe evolucionar, reconocer la diversidad de los agentes que conforman el tejido empresarial y evitar tratamientos universales (Parker), adaptándose a los objetivos a perseguir con cada grupo (García-Clemente y Dvoulety). Las acciones de promoción empresarial orientadas a favorecer la entrada y supervivencia (éxito) de emprendedores de alto impacto o de profesionales que, voluntariamente, han optado por el desempeño de la función empresarial deben ser distintas a las orientadas a promover el autoempleo entre desempleados o colectivos con baja empleabilidad (Cueto y Román).
Para lograr este objetivo, apunta Congregado, es fundamental un nuevo enfoque en las políticas de promoción del autoempleo que no solo incluya acciones para facilitar la entrada y permanencia en el autoempleo, sino también para promover la salida hacia el empleo asalariado de quienes están “atrapados involuntariamente” en esta situación. Este último caso cuestiona incluso que la supervivencia en el autoempleo sea un resultado siempre deseable y abre la puerta a que estas políticas de empleo incluyan acciones que favorezcan la salida de ciertos grupos de autoempleados al empleo asalariado. Solo así se podrá construir un ecosistema empresarial más dinámico.
En este contexto, felicitarse tras un aumento de la tasa de autoempleo (si se debe a autoempleo voluntario) es tan plausible como hacerlo tras una reducción (en el caso de un predominio de salidas voluntarias gracias a la buena dinámica del empleo asalariado): todo depende de la naturaleza de esa variación. Esta interpretación parece coherente con la dinámica reciente del tejido empresarial español. El total de afiliados a la Seguridad Social en el régimen de autónomos alcanzó máximos en 2024 (casi 3,4 millones). Sin embargo, nunca habían sido tan pocos en comparación con el resto de afiliados, solo el 15,9% del total, lo que puede reflejar el vigor del mercado laboral español y su capacidad de generar empleo asalariado.
A este respecto, Arranz y García-Serrano examinan las características demográficas y laborales de los autónomos, su trayectoria laboral y la relación entre esas características y la probabilidad de mantenerse en el empleo autónomo en distintos momentos del ciclo económico. Comparado con el empleo por cuenta ajena, el empleo por cuenta propia aún se caracteriza por estar más masculinizado, más envejecido (hay menos personas con edades inferiores a 45 años, especialmente menores de 30 años) y menos cualificado (hay menos trabajadores con estudios de formación profesional o universitarios). Por regiones, destaca su menor presencia en Cataluña y Madrid en comparación con el empleo asalariado. En cuanto a la permanencia en el empleo autónomo, los autores apuntan a que en torno al 65%-70% de los autónomos en España sobrevive a las crisis.
Desde el punto de vista de la distribución territorial, el monográfico incluye un análisis de los tejidos empresariales regionales, que descarta la convergencia absoluta en favor de la existencia de ciertos clubs de convergencia (Carrión y Rubino). También clasifica los tejidos empresariales a nivel provincialˋ(Troncoso) atendiendo a cuatro posibles escenarios en función de la evolución conjunta del mercado de trabajo y del dinamismo empresarial (emprendedor, rutinario, de puerta giratoria y de decadencia) y concluye que el mayor dinamismo se concentra en la mitad sur del país y el arco mediterráneo.