Y como resultado y prueba de ello es que las principales potencias europeas, a excepción de Francia, han dado plantón a Sánchez su invitación para la cuarta edición de solidaridad y financiación internacional le ha vuelto a mostrar marginado, humillado quizás y lejos de los principales dirigentes europeos.
En una cita de tres días la máxima representación la tendrá Úrsula von der Leyen y cuando llegue, Macron. La primera, como presidenta de la Comisión Europea, estaba obligada a asistir, y el último, con una imagen pésima en su país, está en deuda con Sánchez, recuerda un diplomático español. «Le está devolviendo un favor porque él asistió el mes pasado a la cumbre de los Océanos en Niza. Así, que corresponde que esté».
Pero, muy a pesar de don Pedro, el canciller de Alemania, Merz, excuso su asistencia y se quedó en su país donde no tenía una agenda oficial que justificará el portazo a Sánchez. Lo mismo sucedió con Meloni que ayer tenía, como única actividad, acudir a las seis de la tarde a un homenaje al asesinado por la Cosa Nostra en 1992, el juez Paolo Borsellino.
Tampoco el primer ministro de Reino Unido, Starmer, ocupado en echarle un cable a Zelenski, se apuntó a la conferencia que ayer quedó totalmente opacada con la decisión del Supremo de ordenar la prisión incondicional a Santos Cerdán por cohecho, organización criminal y tráfico de influencias. En resumen, las principales economías de Europa le han hecho ver al inquilino de la Moncloa que con ellos ya no podía contar.
El mismo mensaje, pero sin diplomacia de por medio, le llegó, como era previsible, a la Moncloa desde Washington. Donald Trump ni se planteó visitar Sevilla y mucho menos después de haberle reprochado su actitud a Sánchez en La Haya y amenazar a España con duplicar los aranceles por la negativa del Gobierno a asumir los compromisos firmados en la declaración conjunta.