En el debate sobre el liderazgo económico del futuro, solemos centrarnos en los grandes desafíos globales: la transición energética, la digitalización, la inteligencia artificial, la movilidad sostenible… Y sin duda, son temas cruciales. Pero a menudo olvidamos que el verdadero presente –el que sostiene nuestras ciudades, nuestros empleos y nuestro crecimiento diario– tiene nombre propio: pequeñas y medianas empresas. No fue el caso, y fue un acierto que tuviéramos la oportunidad de hablar de la importancia de las pymes, porque cualquier estrategia de liderazgo económico debe tenerlas en el centro.
En mi caso, tuve la oportunidad de señalar, como presidente de la Cámara de Comercio de Madrid y como empresario, lo que vengo repitiendo continuamente: las pymes no son solo un pilar de nuestra economía, son el sistema nervioso del tejido productivo de nuestro país y de nuestra región. Representan más del 99,8% de las empresas en España y generan dos de cada tres empleos. En Madrid, contamos con más de 537.000 pymes que dan trabajo a más de 2,2 millones de personas, lo que supone el 74% del empleo regional.
Pero si cualquier política económica estratégica debe ponerlas en el centro, hay que traducir ese compromiso en medidas reales: en menos trabas y más confianza, en seguridad jurídica, en racionalidad fiscal, en apoyo efectivo al crecimiento. Madrid ha avanzado mucho en esta línea. Gracias al impulso del Gobierno regional, se ha reducido burocracia, simplificado trámites y promovido una fiscalidad más competitiva. Hoy somos una de las regiones más atractivas de Europa para invertir y emprender. Y no es casualidad.
Las cifras son elocuentes: casi el 20% del PIB nacional se genera en Madrid; uno de cada cuatro euros de inversión en España llega aquí; y siete de cada diez euros de inversión extranjera directa tienen como destino nuestra región. Cada día nacen cerca de 80 nuevas empresas en Madrid y en esta comunidad se crea uno de cada cuatro empleos del país. Detrás de esos números hay un ecosistema empresarial dinámico, conectado, internacional y con una gran capacidad de transformación. Pero, sobre todo, hay miles de historias de esfuerzo diario; de empresas familiares que resisten generación tras generación; de emprendedores que convierten ideas en oportunidades; de negocios locales que generan empleo real y cohesionan nuestros barrios.
Pero no se trata solo de volumen, sino de carácter. Las pymes son la escuela de la perseverancia. Son la prueba de que no hay desarrollo sin esfuerzo. En un mundo que cambia cada vez más rápido, son también el gran motor de adaptación, de innovación y de cohesión social. Las pymes sostienen la economía en tiempos de bonanza y la defienden cuando arrecia la tormenta.
Por eso, cuidar a nuestras pymes es cuidar a la sociedad. Son el verdadero escudo social. En épocas de incertidumbre o crisis, son las primeras en adaptarse, en reestructurarse y en seguir apostando por el empleo local, por la cercanía y por la innovación. No hay recuperación económica, no hay transformación digital ni transición verde posible sin su participación.
Y detrás de esos números hay historias reales: la historia del autónomo que arranca solo y termina contratando a su primer trabajador; de la empresa familiar que resiste generaciones adaptándose a los cambios; de los emprendedores que transforman una idea en una oportunidad; y de todos los que, desde una tienda de barrio hasta una start-up tecnológica, contribuyen al bienestar colectivo.
Además, hay algo que conviene recordar siempre: las pymes de hoy son las grandes empresas de mañana. Por eso, si queremos un país competitivo, más justo y más sostenible, necesitamos un ecosistema que no solo favorezca el nacimiento de nuevas empresas, sino también su crecimiento y consolidación. Hoy la media de trabajadores por pyme en España es de 4,7, mientras que en la UE es de 6. Solo con alcanzar esa media, estaríamos generando 1,2 millones de empleos adicionales. Este dato lo dice todo.
Y para crecer, las pymes necesitan un entorno favorable: legislación que estimule, no que penalice; acceso a financiación; digitalización y asesoramiento real; talento y formación continua; y, sobre todo, una mirada política transversal que las reconozca como estrategia nacional. Porque si las pymes crecen, crece el país.
El futuro económico de España pasa, inevitablemente, por un nuevo “contrato social” con sus pymes. Ese contrato debe garantizar un entorno donde crecer no sea un castigo, sino un estímulo. Donde la normativa, la fiscalidad, la financiación y la formación jueguen a favor del desarrollo empresarial. Y donde la colaboración público-privada no sea una excepción, sino una regla. Porque si las pymes crecen, crece el país. Y si crecen en Madrid, crece España entera.
Desde la Cámara de Comercio de Madrid, nos tomamos muy en serio esa tarea: acompañarlas, formarlas, ayudarlas a innovar y a abrirse al mundo. Queremos inocularles el gen de la innovación, impulsar su internacionalización y atraer el mejor talento. Porque el talento, como ya he dicho otras veces, será el petróleo del futuro. Y ese talento se forma, se cuida y se desarrolla, sobre todo, en las pequeñas y medianas empresas.
El próximo 9 de julio tendremos la oportunidad de rendir homenaje a muchas de esas historias en la novena edición del Premio Pyme del Año de la Comunidad de Madrid, que organizamos desde la Cámara de Comercio de Madrid junto al Banco Santander, la Cámara de Comercio de España y el diario El País, con el apoyo institucional de la Comunidad de Madrid, cuya presidenta nos acompañará en el acto.
Estos premios no son solo un reconocimiento al éxito empresarial. Son, ante todo, un reconocimiento al valor, al valor de emprender, de arriesgar, de adaptarse, al valor de crear empleo, de generar oportunidades, de mirar más allá de lo inmediato. Celebramos la excelencia, sí, pero también la responsabilidad, el compromiso con el talento y la capacidad de contribuir al bien común.