Esta reunión es la primera que se realizará bajo presidencia de turno danesa. La última vez que España llevó el tema de los idiomas al Consejo fue el 27 de mayo aún bajo presidencia polaca. En aquella ocasión, ante la evidencia de que muchos países estaban en contra de la petición española, el tema no se llevó a votación.
Ahora, según ha manifestado Marie Bjerre, ministra de asuntos europeos de Dinamarca, no hay ninguna señal de que las posiciones de los Estados miembros se hayan modificado, pero el ministro de Asuntos Exteriores, Albares, necesita que el tema entre, de nuevo, en orden del día para así evitar que Junts tenga la tentación de retirar el apoyo parlamentario al ejecutivo de Sánchez.
Dinamarca fue de los pocos países que se manifestó favorable a la oficialidad del catalán y las otras lenguas cooficiales. No en vano, es uno de los cuatro gobiernos de izquierdas en la UE y su primera ministra, Frederiksen, mantiene buena relación con Pedro Sánchez.
Fuentes comunitarias destacan que el hecho de que el país que preside la Unión sea favorable a un tema no facilita más su aprobación y recuerdan que quien modera los debates tiene una obligación de neutralidad.
Además, ponen como ejemplo el precedente de que el tema de la oficialidad del catalán, el vasco y el gallego ya se debatió, también, bajo presidencia belga, otro de los países que no ponen obstáculos a la pretensión del gobierno español, y eso no supuso un cambio de postura del resto de países. Tras el debate del pasado mayo, el mismísimo Albares reconoció que había siete países en contra, entre los que seguro que se encuentra Alemania, Italia, Croacia, Austria, Suecia, Finlandia y Chequia. En realidad, pueden ser más pero el peso de algunos de esos estados como Alemania o Italia hace prever que el tema ni tan solo se llegara a votar dentro de doce días. El Gobierno español es consciente de que la oposición alemana es un muro infranqueable y que la buena relación entre Merz y Feijóo hace muy difícil que Berlín modifique su postura. Sin embargo, tras las elecciones alemanes y la formación de un gobierno de coalición entre la CDU y el socialdemócrata SPD, tercera fuerza en el Bundestag, los socialistas españoles creen que tienen una oportunidad a través de influir a los miembros socialdemócratas del gabinete.
Junts sabe que el regreso de Carles Puigdemont a España va para largo, y han perdido interés en el encuentro de Sánchez con su líder, porque creen que en estos momentos esa foto es tóxica por los aires de corrupción que rodean a Sánchez. Por lo tanto, presionan a la Moncloa con la aceleración de otras concesiones, entre ellas la financiación, la aceleración de la transferencia de las competencias de inmigración a la Generalitat, el mantenimiento de la batalla por la oficialidad del catalán y la llamada «financiación singular».