El organismo espera que las economías avanzadas experimenten una desaceleración del crecimiento especialmente pronunciado, bajando del 2,7% en 2022 al 1,3% en 2023 y alcanzando el 1,4% en 2024. «Actualmente no se espera que la economía mundial regrese en el medio plazo a las tasas de crecimiento que prevalecían antes de la pandemia», indica el FMI en su último informe. La revisión a la baja de las perspectivas son el reflejo de las posturas políticas estrictas necesarias para reducir la inflación, las consecuencias del reciente deterioro de las condiciones financieras, la guerra en curso en Ucrania y la creciente fragmentación geoeconómica.
El FMI también advierte que las posibilidades de un aterrizaje forzoso «han aumentado considerablemente». En este sentido, señala que «la tensión en el sector financiero podría amplificarse y podría afianzarse el contagio, debilitando la economía real a través de un fuerte deterioro de las condiciones financieras y obligando a los bancos centrales a reconsiderar sus políticas». Por ello, en un escenario alternativo plausible con mayor estrés en el sector financiero, el crecimiento global podría reducirse hasta el 2,5% en 2023, el crecimiento más débil desde la recesión mundial de 2001, salvo la crisis inicial de Covid-19 en 2020 y durante la crisis financiera global de 2009, y con el crecimiento de las economías avanzadas cayendo por debajo del 1%.
Por países, el FMI prevé que la economía de Estados Unidos se expanda un 1,6% este año y que la zona euro crezca un 0,8%. Sin embargo, estima que Reino Unido se contraiga un 0,3%.
Asimismo, pronostica que el PIB de China aumente un 5,2% en 2023 y la economía rusa, que se contrajo más del 2% en 2022, crecerá un 0,7% este año.
Con respecto a la inflación general mundial, el FMI considera que caerá del 8,7% en 2022 al 7,0% en 2023 debido a los precios más bajos de las materias primas, pero es probable que la inflación subyacente disminuya más lentamente. De esta manera, la institución prevé que la inflación media de la eurozona en 2023 será del 5,3% para moderarse al 2,9% en 2024, mientras que en Estados Unidos será del 4,5% este año y del 2,3% el siguiente. «Es improbable que la inflación regrese al objetivo del 2% antes de 2025 en la mayoría de los casos. Una vez que las tasas de inflación regresen a los objetivos, es probable que los factores estructurales más profundos reduzcan las tasas de interés hacia sus niveles previos a la pandemia», explica el organismo.
Si la guerra en Ucrania se intensifica, el Fondo cree que provocaría más alzas en los precios de los alimentos y la energía, lo que elevaría la inflación. En este contexto, la inflación subyacente podría volverse más persistente de lo anticipado, lo que requeriría aún más restricciones monetarias para dominarla.
El FMI alerta que los formuladores de políticas tienen un camino estrecho por recorrer para mejorar las perspectivas y minimizar los riesgos. «Los bancos centrales deben mantenerse firmes con su postura antiinflacionaria más estricta, pero también deben estar listos para ajustar y utilizar su conjunto completo de instrumentos de política, incluso para abordar las preocupaciones de estabilidad financiera, según lo exijan los acontecimientos», asevera el organismo.
Del mismo modo, insiste en que los encargados de la política fiscal deben reforzar las acciones de los encargados de formular las políticas monetarias y financieras para lograr que la inflación regrese a la meta y, al mismo tiempo, mantener la estabilidad financiera. «En la mayoría de los casos, los gobiernos deberían apuntar a una postura general estricta al tiempo que brindan apoyo específico a quienes más luchan con la crisis del coste de la vida en un grave escenario a la baja», concluye el FMI.