En el lado positivo, estaría la reducción del actual 27,5% al 15% del arancel que Washington aplica a los automóviles y sus componentes europeos. La rebaja no se hará efectiva hasta que Europa cumpla una serie de requisitos. Estos van desde eliminar los impuestos comerciales que pesan sobre todos los productos industriales estadounidenses (incluidos los vehículos) hasta dar un acceso prioritario a determinados bienes agrícolas.
Si bien Estados Unidos es el quinto destino fuera de la UE para los proveedores de componentes de coches nacionales -a ese país llegaron poco más del 4% de sus exportaciones por valor de 1.021 millones de euros el año pasado-, las tasas impuestas hasta la fecha golpean de lleno a la industria comunitaria, de la que España es uno de los principales suministradores. Las piezas salen de las fábricas nacionales para ensamblarse en las alemanas o francesas y estas exportan los vehículos ya terminados a territorio estadounidense.
En el bloque negativo destaca el hecho de que las ventas farmacéuticas a Estados Unidos superaron los 1.100 millones el año pasado. El acuerdo establece un arancel mínimo, próximo al cero, para los genéricos y pone como tope el 15% para el resto de productos del sector, lo que supondría el menor de los males para la industria, teniendo en cuenta las amenazas lanzadas por Trump. Esas tasas mínimas, NMF o de «nación más favorecida» aplicarán también al corcho, y EEUU es uno de los principales mercados para los tapones y corchos naturales producidos en nuestro país.
Pero lo peor se ceba en olivareros y bodegueros. Además de constatar el fracaso, momentáneo, de la Comisión Europea de incluir en la lista de ‘cero arancel’ a productos agrícolas tan relevantes para España como el aceite y el vino. Ambos no se libran del arancel transversal del 15%, vigente desde el pasado 7 de agosto. Del ‘oro verde’ España exportó el año pasado 1.031,4 millones de euros a Estados Unidos, mientras que en vino y mostos comercializó al otro lado del Atlántico caldos por valor de 334,8 millones.