Medio centenar de personas esperaban su aparición, separados por el perímetro levantado por la Policía Nacional que los separaba varios metros de la entrada del centro en la Avenida de Los Ángeles. Un grupo casi igual de extenso que el encargado de proteger a Sánchez. Una veintena de agentes —además de un furgón—aseguraban el lugar, acompañados de unos quince miembros de la seguridad privada —repartidos en 8 coches oficiales—, junto a cinco policías municipales de Getafe que custodiaban al presidente. Además, tres guardias civiles de tráfico escoltaron el operativo.
Cuando hizo su aparición, sonriente y saludando, los silbatos de los asistentes comenzaron a sonar, acompañado de los gritos de «fuera», «ladrón» y otros insultos. También hubo quien, tímidamente, lo recibió con aplausos y vítores.