En ese contexto, es, tal y como se ha demostrado a lo largo de estos dos años, gobernar, ejercer el poder, puesto que la necesaria negociación y el consiguiente cambalache desmonta una y otra vez los acuerdos a los que previamente se ha llegado con alguno de los socios que prestan sus votos al gobierno.
Esa y no otra es la situación, teóricamente límite a la que se ha llegado en este periodo de arranque de un nuevo curso, en el que curiosamente y a pesar de las dificultades que se prevén el jefe del Ejecutivo se encuentra en Nueva York tratando de convertirse en el adalid del anti-sionismo, para de paso recuperar unos cuantos miles de votos a su izquierda que según sus expertos se le estaban escapando hacia su peor enemigo, el ex vicepresidente Iglesias.
Con independencia de que llegue a buen fin ese proyecto estratégico la realidad es que no parecen preocuparle los problemas reales de España y que lo primordial para él son los votos, de ahí que mas de un comentarista político haya lanzado la ide que el ambiente huele a elecciones.
En efecto esa es una posibilidad, entre otras cosas porque tanto al ya citado líder comunista, como su apoyo independentista con Puigdemont y Junqueras no garantizan los apoyos necesarios para aguantar, sino mas bien todo lo contrario, sobre todo porque parece difícil que las peticiones de unos y otros sean, no ya asumibles que para Sánchez todo es asumible con tal de seguir durmiendo en La Moncloa, sino realmente cumplibles.
Por tanto puede ser que en los próximos meses veamos una acelerada agenda de actividad encaminada a la captación de votos para inmediatamente después convocar una elecciones si es que con todos esos movimientos se puede llegar a una nueva formula de gobernanza.
De lo contrario, Sánchez y asociados seguirán como están todo el tiempo que la ley se lo permita tratando de lograr con todo tipò de maniobras repetir otra legislatura.