De acuerdo con los datos publicados en el informe The Pharmaceutical Industry in Figures 2025, publicado por la Federación Europea de la Industria Farmacéutica esta industria es una de las que genera más empleos indirectos (tres por cada trabajador contratado por las compañías), y una buena parte de ellos son empleos de alta cualificación, muchos relacionados con el mundo académico y científico, lo que contribuye a prevenir una fuga de cerebros europea, reza el informe.
El sector invierte en Europa más de 52.000 millones de euros en I+D, emplea a 950.000 personas, produce por valor de 440.000 millones y exporta por valor de más de 700.000 millones
Por otra parte, como recuerda el análisis de Efpia, los nuevos medicamentos son el resultado de un proceso largo, costoso y arriesgado, que precisa una media de 12 a 13 años desde la primera síntesis del nuevo principio activo y una inversión de más de 3.000 millones de euros para una compañía farmacéutica, a lo que se suma que solo una o dos de cada 10.000 sustancias sintetizadas superarán con éxito todas las etapas de desarrollo necesarias para convertirse en un medicamento.
A pesar del potencial inversor del sector tanto en salud como en economía y el riesgo inherente a la actividad que desarrolla, la industria farmacéutica no se está viendo respaldada en la región. Europa ha sido años atrás un centro neurálgico de la ciencia y la innovación, pero ya no es así. Tras haber perdido el primer puesto como región innovadora biofarmacéutica del mundo en el año 2000, la UE es ahora la tercera región generadora de nuevas moléculas. Y no solo por el empuje norteamericano que, en 2024, ya acaparó el 54,8% de las ventas farmacéuticas globales frente al 22,7% de Europa.
El año pasado, China superó por primera vez a Estados Unidos y Europa como creadores de nuevos principios activos lanzados al mercado: de un total de 81 nuevas moléculas puestas a disposición de los pacientes, 28 provinieron de compañías con sede en China, mientras que 25 se originaron en EEUU y solo 18 provinieron de empresas con sede en Europa.
Esta es la prueba del rápido crecimiento del mercado farmacéutico y del entorno investigador en “economías emergentes como Brasil, China e India, lo que ha llevado a una migración gradual de la actividad desde Europa hacia estos países”, destaca el informe. Europa se enfrenta, por tanto, a una creciente competencia de las economías consolidadas, como EEUU o Japón, y de otras muchas emergentes, sobre todo en la región Asia-Pacífico.
“La industria farmacéutica es un pilar estratégico para Europa, como reconoce el Informe Draghi, y necesita un marco comercial estable que impulse la inversión y el desarrollo de nuevos tratamientos”, subraya la directora del Departamento Internacional de Farmaindustria, Sanz de Madrid.
“La inestabilidad derivada por la guerra arancelaria y las presiones económicas de la Administración Trump impactan en un contexto internacional muy tenso para la industria farmacéutica, con la inflación derivada de la guerra de Ucrania, que supuso más de 1.500 millones de euros de sobrecoste en solo 2 años, o la incertidumbre creada por la revisión de la legislación farmacéutica europea o las nuevas regulaciones medioambientales”.
En términos económicos, los aranceles son un desincentivo para las inversiones en este sector. Efpia estima que el posible coste de los aranceles del 15% sobre las exportaciones farmacéuticas a EEUU para las compañías farmacéuticas en Europa asciende a unos 18.000 millones de euros, un dato preocupante para un sector que no puede repercutir sus costes en aumentos de precios finales.
Asimismo, cada vez más compañías farmacéuticas han anunciado compromisos firmes de construir nuevas plantas de producción en EEUU, respondiendo a incentivos fiscales y regulatorios y buscando protegerse de eventuales aranceles. Al menos diez empresas han comunicado compromisos de inversión en nuevas fábricas en territorio estadounidense en los próximos años que, sumados, superan los 280.000 millones de euros. Esta oleada de inversiones implica un riesgo directo: medicamentos que hoy se fabrican en Europa podrían, en pocos años, producirse íntegramente en suelo norteamericano, debilitando nuestra base industrial, el empleo cualificado y el valor añadido que genera la industria en la UE.