A juicio del director de Esade Center for Global Economy and Geopolitics, “entramos en una etapa en la que las disputas se resuelven en base al poder y no a las reglas, lo que genera desconfianza y barreras para las empresas y para la economía global”. Saz-Carranza recordó que desde 2010 asistimos a una slow globalization marcada por el estancamiento comercial y por un retroceso en la voluntad política de integración. Igualmente señaló que “el auge de China, el populismo y la defensa de la soberanía nacional explican en gran medida este cambio de era, donde las instituciones multilaterales pierden peso y la competencia geopolítica se intensifica”. Subrayó además que este fenómeno tiene un impacto directo en la energía, un sector que “se ha convertido en un espacio central de rivalidad estratégica, con China dominando gran parte de las nuevas tecnologías gracias a su modelo de capitalismo de Estado”. Concluyó alertando que “la transición energética, lejos de ser solo un reto ambiental, se está convirtiendo en un terreno de disputa global, donde emergen tensiones por costes, acceso a materias primas y reparto de responsabilidades entre países”.
• Se están planteando medidas con un presupuesto europeo previsto de 2 billones de euros entre 2028 y 2034, de los cuales el 35% irá a objetivos climáticos, según Klaus-Dieter Borchardt, ex director general de Energía de la Comisión Europea.
• Es clave agilizar los procesos administrativos y crear un marco competitivo, predecible y alineado con Europa para que la industria pueda ser protagonista de la transición energética.
• Los expertos coinciden en que el reto energético requiere decisiones pragmáticas que garanticen la sostenibilidad sin poner en riesgo la competitividad.
Durante su intervención, Klaus-Dieter Borchardt, ex director general de Energía de la Comisión Europea, expuso cómo Europa debe afrontar un panorama energético transformado mediante el Clean Industrial Deal, que combina descarbonización, competitividad e innovación. “Se están planteando medidas para abaratar la energía, impulsar mercados de demanda limpia, flexibilizar la gestión eléctrica, mejorar la eficiencia, simplificar el marco normativo y movilizar grandes inversiones públicas y privadas, con un presupuesto europeo previsto de 2 billones de euros entre 2028 y 2034, de los cuales el 35% irá a objetivos climáticos”. Borchardt ha finalizado señalando que “todo esto busca garantizar energía asequible, segura y sostenible, mientras se reducen la dependencia del exterior y se redefinen las alianzas geopolíticas”.
Por su parte, Mariano Marzo, catedrático emérito de Estratigrafía y Geología Histórica en la Universitat de Barcelona, ha destacado que “la transición energética en España ha sido más aditiva que sustitutiva, con la única excepción del carbón, y tecnologías como la nuclear siguen siendo clave”. Recordó que “la apuesta por la electrificación y las renovables no ha dado los resultados esperados y, sin almacenamiento, hasta un 35% de la generación podría desperdiciarse en 2026”. También advirtió de los retos de la digitalización y la movilidad, como el fuerte incremento previsto de vehículos eléctricos y el suministro continuo que requieren los centros de datos.
A juicio de Marzo, “el PNIEC 24-30 presenta sesgos tecnológicos, mayor ambición que los objetivos europeos y pone en riesgo la competitividad industrial”. Reclamó “una hoja de ruta realista que combine sostenibilidad con competitividad, accesibilidad y seguridad”. Frente a ello, defendió aprovechar fortalezas como “el refino, la exportación de renovables y el potencial de la biomasa”, y concluyó que “España y Europa necesitan decisiones urgentes y pragmáticas para garantizar la viabilidad industrial y el éxito de la transición energética”.
La visión empresarial la ha aportado Elisabet Alier,presidenta de ALIER, S.A quien ha señalado que “la energía es un factor estratégico para la industria, ya que puede representar entre el 30 y el 50% de sus costes”. Comentó que “esta situación coloca a la industria española en desventaja competitiva frente a Estados Unidos, China o incluso otros países europeos, donde los precios son menores”. A su juicio, esto supone “un riesgo real de pérdida de competitividad, de deslocalización, de menor capacidad para atraer inversiones y de mayor vulnerabilidad frente a la volatilidad de los mercados”. También advirtió que “cualquier proyecto industrial necesita energía y cualquier proyecto de descarbonización requiere una red capaz de soportarlo, pero actualmente no contamos con la capacidad necesaria”. Alier defendió que “la industria está comprometida con la descarbonización y con el impulso de las energías renovables, pero necesitamos simplificar y acelerar los permisos, alinear la planificación renovable con la industrial, modernizar la red y facilitar la inversión en almacenamiento”. Reclamó asimismo “agilizar los procesos administrativos, reforzar la aceptación social mediante más información y pedagogía, y crear un marco competitivo, predecible y alineado con Europa para que la industria pueda ser protagonista de la transición energética”.
En la apertura de la jornada, el director general del Cercle d’Economia, Miquel Nadal, ha destacado que “el precio de la electricidad en Europa es tres veces más alto que en Estados Unidos y el doble que en China”. Una realidad que ha atribuido a que “Europa es un continente pobre en recursos fósiles, históricamente dependiente de terceros países, y que además ha carecido de una política energética sólida y de suficientes interconexiones entre Estados”. Según Nadal, “la guerra en Ucrania ha agravado esta fragilidad, ya que ha implicado renunciar al petróleo ruso, que hasta entonces era una dependencia cómoda, y ha dejado a Europa en una situación de gran vulnerabilidad”.
El director general del Cercle d’Economia ha apuntado que “a largo plazo la única forma en que Europa será competitiva es con energías renovables”, aunque ha reconocido que “el despliegue de las renovables es caro y la transición puede comprometer la competitividad e incluso la viabilidad de industrias como la del automóvil”. De ahí que haya insistido en que el Green Deal, que fija unos objetivos de descarbonización muy ambiciosos, “solo será política, social y económicamente aceptable si va acompañado de una política de incentivos que haga asumibles sus consecuencias”. Porque, ha subrayado, “lo que está en juego no es únicamente una parte importante de la industria europea, sino también el propio proyecto de integración comunitaria”.
En sus palabras de bienvenida, Villaseca, presidente de Fundación Naturgy, afirmaba que “la transición energética es imprescindible, pero aún no se ha encontrado la receta adecuada: los objetivos fijados no se corresponden con los medios disponibles y esto está generando efectos adversos”. Para Villaseca, “nadie duda de la urgencia de actuar frente al cambio climático ni de la necesidad de avanzar en sostenibilidad, pero se ha tendido a simplificar en exceso los costes y las implicaciones reales de las renovables. Aunque sus costes marginales son prácticamente nulos, requieren fuertes inversiones en generación, redes y almacenamiento, además de la necesidad de respaldarlas con tecnologías como los ciclos combinados. Para Villaseca esto hace que “la transición, lejos de ser barata, tenga un impacto enorme sobre sectores industriales y en los ciudadanos, en un contexto de limitaciones presupuestarias y de tensiones geoestratégicas sobre materias primas críticas”. El presidente de Fundación Naturgy apuntaba que el gran reto es que la transición sea eficaz, justa y sostenible, en la que se deben considerar todas sus consecuencias y sin comprometer la competitividad, el empleo ni la cohesión social.
Al final de la sesión, Coronado, directora general de Fundación Naturgy, se ha sumado “a las palabras que hemos escuchado hoy aquí, y es que el entorno energético es extremadamente complejo, con enormes desafíos y riesgos que a menudo no valoramos en toda su dimensión”. Maria Eugenia Coronado defendió la importancia de la divulgación para concienciar sobre su impacto en la competitividad, la seguridad, el desarrollo sostenible y el cumplimiento de los objetivos de descarbonización, que “difícilmente alcanzaremos antes de 2050”.
En el cierre de la jornada, la vicepresidenta del Cercle d’Economia y directora general corporativa de Colonial Carmina Ganyet ha apuntado que “la autonomía energética es un reto técnico, pero también estratégico y político”. “El objetivo es lograr que la energía sea más limpia, más asequible y segura a la vez, tal y como recoge el trilema energético del profesor Marzo”, ha subrayado Ganyet, que también ha alertado que la realidad europea demuestra que la autonomía energética “aún es limitada”. La vicepresidenta del Cercle d’Economia ha destacado que la transición energética requiere soluciones múltiples, incluyendo “el crecimiento sostenido de las renovables, el desarrollo de biocombustibles y combustibles sintéticos, la energía nuclear con nuevas opciones, como los reactores modulares, y, en ciertos casos, incluso las energías fósiles acompañadas de tecnologías de captura y almacenamiento de CO₂”. Carmina Ganyet ha destacado que “la innovación es la palanca que puede transformar estas soluciones que hoy son costosas o inmaduras en opciones viables y competitivas”. También ha subrayado que España tiene “una posición privilegiada” gracias a sus recursos solares y eólicos, infraestructura gasista y potencial en hidrógeno verde. Ganyet advirtió que en Cataluña “el despliegue ha sido claramente más lento que en el resto de España” y que recuperar el retraso exige “una clara planificación, estabilidad regulatoria y un esfuerzo compartido entre administraciones, empresas y sociedad civil”. Finalmente, ha recalcado que “la descarbonización del modelo energético no es un destino, es un proceso y tiene múltiples dimensiones”.
A modo de clausura, David Lizoain, director general de Análisis y Prospectiva Económica de la Generalitat de Catalunya, señaló que “cuando hablamos de energía, estamos hablando de seguridad” y que “si el principal deber de las administraciones públicas es garantizar la seguridad, la energía se convierte inevitablemente en una prioridad de país”. Subrayó que “la sostenibilidad es absolutamente fundamental para la seguridad humana y los costes de no actuar serán mucho mayores que los de invertir en prevención, adaptación y resiliencia”. También advirtió que “el precio de la energía es fundamental para nuestra seguridad económica, para nuestras empresas, nuestro bienestar y todo nuestro modelo económico”, defendiendo que “será absolutamente fundamental una diversificación del mix energético y que esta transformación no la podrá hacer nadie solo”.