Nuevamente, el mercado de valores impulsado por el índice S&P 500 y el mercado global muestra señales de sobrevaloración y comportamiento especulativo, similares a los vistos justo antes de importantes caídas o «burbujas» financieras.
Estamos en una situación tensa. El mercado puede seguir subiendo un poco más (los meses de noviembre y diciembre son históricamente buenos), pero los fundamentos (lo que realmente valen las cosas) gritan que estamos en un riesgo máximo de caída brutal de cara a 2026.
Indicadores de sobrevaloración histórica:
Ratio CAPE de Shiller: Este indicador compara los precios actuales de las acciones con los beneficios promediados a largo plazo. Un CAPE en máximos históricos (o cerca de ellos) sugiere que las acciones están carísimas en relación con lo que las empresas realmente ganan. Es una señal clásica de que el mercado está «caliente”.
Indicador Buffett (Capitalización Total/PIB): Este compara el tamaño total del mercado de valores de un país con el tamaño de su economía (PIB). Cuando está en máximos, Warren Buffett lo considera una fuerte señal de que el mercado está sobrevalorado.
Señales de exceso especulativo:
Margin Debt (Deuda de Margen): El nivel de dinero prestado por los brókers a los inversores para comprar acciones está en máximos históricos. El aumento del 39% en 6 meses es alarmante. Esto significa que los inversores están usando mucho apalancamiento (dinero prestado) para comprar, lo que intensifica tanto las subidas como las caídas. Cuando el mercado corrija, la necesidad de pagar esa deuda puede forzar ventas masivas (desapalancamiento).
Ratio Put/Call: Esta relación mide las opciones de venta (put, usadas para proteger o apostar a la baja) frente a las opciones de compra (call, usadas para apostar al alza). Un ratio 3:1 (tres put por cada call) es históricamente alto. Esto indica que, a pesar de que los índices suben, hay una enorme cantidad de dinero apostando o protegiéndose contra una caída severa. Esto muestra nerviosismo extremo entre los inversores sofisticados, que se cubren masivamente ante el riesgo de corrección.
Riesgo oculto de los activos refugio:
Las soluciones defensivas tradicionales como la renta monetaria o la renta fija no son soluciones válidas, sino que presentan sus propios riesgos elevados.
La renta monetaria solo sirve como parada temporal para preservar el capital unos meses, pero no como refugio de medio plazo, a menos que la inflación se desplome. La liquidez pura (efectivo) es solo una herramienta táctica para esperar la caída. Es un refugio que gotea constantemente, que evitar caídas bruscas pero garantiza una pérdida anual lenta de poder de compra.
En cuanto a la renta fija es el activo más peligroso y a menudo subestimado por los inversores que salen de la bolsa. La renta fija hoy no es el refugio seguro que fue en el pasado. Como bien señala el Fondo Monetario Internacional (FMI), los niveles récord de endeudamiento global (tanto soberano como corporativo) son claras alertas de un riesgo de solvencia al «Efecto Lehman”. La principal alarma es que una desaceleración económica o un aumento continuado de las tasas de interés hará que una gran cantidad de empresas y países no puedan hacer frente a sus deudas. Por ello, cambiar acciones por bonos es, en el entorno actual, cambiar el riesgo de precio (bolsa cara) por el riesgo de crédito (que el emisor no pague).
Dada esta concentración de señales de alerta históricas, la estrategia se simplifica y se hace más robusta: es momento de reducir el riesgo de forma significativa y proteger las ganancias.
Salida táctica con la venta de ganancias, sin salir completamente del mercado pero sí liquidando buena parte de las posiciones que han generado rendimientos.
Refugio definitivo en liquidez, que estará disponible para recomprar activos a precios más bajos después de la corrección (10-15% de caída). El riesgo que asumimos con la liquidez es la inflación, pero es un riesgo mucho menor y más controlable que una caída de doble dígito en bolsa o un impago en renta fija.
En conclusión, disfrutemos del exceso de liquidez, del optimismo sin sustancia y de los discursos triunfalistas sobre la “nueva era tecnológica”. Pero mantengamos el paraguas cerca. Porque si algo nos enseña la historia reciente es que cuando Wall Street empieza a sudar frío, el resto del planeta se prepara para otra ducha helada. Y esta vez, puede que ni la FED —o lo que quede de ella— pueda repartir suficientes toallas calientes. Aunque el mercado pueda seguir subiendo unas semanas más, el riesgo de una corrección severa y desapalancamiento es demasiado alto para ignorarlo. Cumpliendo con la máxima: «Más vale pájaro en mano y pagar por las ganancias que no tener nada por lo que tributar.»

