Además, es el tercer sector económico por volumen de exportaciones, solo por detrás del petróleo y los productos químicos, y ejerce un potente efecto arrastre sobre otras industrias, como la agroalimentaria, transporte o servicios tecnológicos. Sin embargo, su imparable crecimiento está planteando importantes desafíos, como apunta el último número de Papeles de Economía Española, publicación editada por Funcas, que cree necesaria una hoja de ruta que oriente las políticas públicas nacionales, regionales y locales hacia un modelo turístico que combine competitividad económica con sostenibilidad ambiental y bienestar social.
Según el monográfico, titulado ‘Desafíos y oportunidades del sector turístico español’, el fuerte aumento de visitantes, tanto nacionales como internacionales, presiona los precios de la vivienda, dispara el consumo de recursos hídricos y pone a prueba la capacidad de los destinos para absorber flujos masivos sin comprometer su sostenibilidad. En este contexto, el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, autor de uno de los artículos, expone la estrategia del Gobierno de España para mantener la posición de liderazgo internacional en el sector. Una estrategia que busca avanzar en lo que el autor denomina las cuatro “D”: diversificar, desconcentrar, desestacionalizar y digitalizar, para lo que se cuenta con una inversión de 3.400 millones de euros en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España. Afirma que nuestro modelo turístico cada vez es “más desestacionalizado, más desconcentrado y diversificado” y que para atraer más turistas hay que repartir más y mejor los flujos de visitantes en todo el territorio a lo largo de todos los meses.
José Ignacio Castillo, coordinador del número, analiza la transición que se ha dado desde el turismo de masas de la segunda mitad del XX hacia una exitosa globalización de estos servicios en el siglo XXI, que ha generado una nueva categoría de demandantes, los nativos turísticos, muchos de ellos aprendieron a empujar las maletas de cabina o spinners por aeropuertos y estaciones de trenes antes que a leer. El autor destaca el largo proceso deflacionista de las actividades turísticas, desde finales del siglo pasado y durante las dos primeras décadas de este siglo, gracias a factores como las liberalizaciones del transporte y el exitoso binomio internet-smartphone. Sin embargo, advierte de un cambio de tendencia debido a la creciente inflación de demanda en los últimos años de los servicios hosteleros y hoteleros, a pesar de que la oferta de infraestructuras turísticas, especialmente en alojamiento y hostelería no ha parado de crecer. Concluye planteando la necesidad de caminar hacia una nueva política turística, más centrada en los retos sociales derivados del sobreturismo y menos en la consecución de nuevos records de llegadas.
Lourdes Trujillo, Andrea Rodríguez y José María Grisolía se centran en la sostenibilidad económica de la actividad turística, abordando la relación entre la demanda turística y las macromagnitudes de crecimiento del PIB, la balanza de pagos y el volumen y calidad del empleo. El estudio revela que el empleo turístico se concentra en actividades de baja cualificación, con alta temporalidad y bajos salarios, especialmente en la hostelería. La productividad del sector se sitúa un 33% por debajo de la media nacional. A pesar de ello, el turismo español presenta mejores niveles relativos de eficiencia que otros países europeos, como Italia o Alemania. Los autores concluyen que, si bien el turismo puede impulsar el crecimiento económico, su impacto positivo depende de factores estructurales como la distribución del capital, la calidad del empleo, la inversión en sectores conexos y la capacidad local de retener rentas. En regiones con baja productividad, y débil capital endógeno, el turismo puede reforzar desigualdades en lugar de mitigarlas.
Milagros Álvarez, Germá Bel, Antonio Cardesa y Jose A. Donaire analizan los retos del turismo sostenible y exponen cómo, en general, el turismo nacional tiene más peso cuantitativo que el turismo internacional, aunque en términos de gasto sucede lo contrario. Cada turista internacional gasta en España seis veces el equivalente al gasto medio de un turista interno. Los autores ven necesario desarrollar metodologías más precisas para analizar los verdaderos impactos sociales del turismo a escala local y reforzar la prevención y mitigación de los impactos ecosistémicos, sobre todo los vinculados al turismo de masas. Además, es necesario abordar las problemáticas asociadas a la masificación turística en los núcleos urbanos y regiones que sufren una afluencia turística excesiva, para evitar la sobresaturación en temporadas y lugares pico. Los autores proponen, como medidas viables, limitar el número de visitantes en enclaves especialmente concurridos, fomentar la diversificación de la oferta hacia destinos alternativos menos saturados, incentivar el turismo fuera de temporada alta o aplica mecanismos fiscales, como tasas turísticas.
Jordi Paniagua y María Santana estiman el potencial turístico de España aplicando un modelo de gravedad a los flujos turísticos internacionales entre 1995 y 2022, con una base de datos con más de 90.000 observaciones de llegadas de turistas de 237 países de origen y 159 destinos. Entre los resultados principales destacan cómo compartir una moneda común, por ejemplo, el euro, multiplica estos flujos por 11 veces. También analizan cómo en España los precios turísticos como destino se han reducido desde 1995, prácticamente dividiéndose por tres, una bajada que ha sido clave para mejorar la competitividad turística del país, sobre todo tras la crisis financiera de 2008. Para los autores, los costes turísticos en destino, más que los de transporte, han sido el principal factor de impulso reciente.
