Por partes. Es cierto que un informe de Dam Removal Progress de 2021 contabilizó que nuestro país destruyó ese año 108 barreras fluviales (como presas, azudes o rampas), casi la mitad del total de 239 que se desmantelaron en toda Europa. Pero la coordinadora del estudio, Pao Fernández Garrido, ya explicó que «no existe» relación entre el derrumbe de una barrera y la sequía o escasez de energía. «La decisión del desmantelamiento de presas en España corresponde a las administraciones competentes. En la actualidad se están produciendo desmantelamientos en infraestructuras que ya se encontraban fuera de uso y en instalaciones que, una vez llegado al final del periodo concesional, la administración considera que por motivos ambientales o económicos no es viable su continuidad«, explica Rojo, responsable de mantenimiento de presas de Iberdrola..
Otro estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza de 2021 asegura que, lejos de contribuir a empeorar la sequía, el derribo de barreras fluviales tiene un impacto ambiental muy positivo: «Es la medida más rápida, fácil y barata para restaurar un río. En pocos meses recupera su territorio, la calidad del agua mejora, los bosques vuelven a cobrar vida, el número de especies -acuáticas y terrestres- se dispara y vuelven a funcionar los servicios ecosistémicos que un río en buen estado ecológico proporciona».
Ese objetivo medioambiental es lo que explica que el 76% de las barreras fluviales eliminadas en 2021 en toda Europa fueran pequeñas estructuras de menos de dos metros de alto, según Dam Removal Progress. Y también es la razón de que nuestro país fuera el que más derribara. «España es uno de los países europeos con más barreras. Hemos identificado 5.400 obstáculos prioritarios para la demolición por su alto potencial para reconectar los ríos, cuya desaparición permitiría liberar más de 17.000 kilómetros de ríos en España», se leía en el informe del Fondo Mundial para la naturaleza.
A pesar del elevado número de demoliciones, cabe mencionar que España sigue siendo uno de los países que más barreras fluviales tiene. En 2020, según datos de la revista científica Nature, éramos los terceros de Europa con un total de 171.203, sólo por detrás de Alemania y de Suiza.
Dentro de los distintos tipos de barreras fluviales destacan las presas. En su inventario, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico tiene contabilizadas más de 2.000 repartidas por todo el país. Rojo explica que sus usos principales son el abastecimiento humano, el regadío, la producción hidroeléctrica y los usos industriales, y que en los últimos años se utilizan también con objetivos recreativos y ambientales.
El responsable de mantenimiento de Iberdrola explica por qué juegan un papel clave en España: «El motivo es la irregularidad del régimen de precipitaciones en nuestro país. Las necesitamos por la mayor necesidad de regulación de los recursos hídricos debido a la importante variación de los caudales que circulan por los ríos entre las épocas del año más húmedas frente a las más secas». Además, el experto también detalla la importancia que tienen los embalses creados por grandes presas, que cuando los ríos se desbordan «laminan» las avenidas, evitando así inundaciones. Más del 50% de las presas españolas tienen una altura inferior a 15 metros. Las tipologías más comunes son las de gravedad de hormigón y las de tierras homogéneas, con un porcentaje de un 30% cada una respecto al total. Y su edad media, según Rojo, ronda los 55 años. Pero eso no significa, en ningún caso, que se hayan quedado obsoletas:
«Si por obsoleto se entiende que se han dejado de usar, nada más lejos de la realidad o que haya quedado anticuadas o inadecuados las necesidades actuales, tampoco es así, cada vez son más necesarias por su función de regulación del agua, si bien gran parte de la población sólo se acuerda de ellas en épocas de sequías», concluye el experto.