“En teoría, los criptoactivos podrían ser una cobertura contra la inflación. Sin embargo, el historial de las criptomonedas es probablemente demasiado corto para demostrarlo”, explican desde la firma neoyorquina. En este sentido, destacan que esta creencia puede venir de la adopción “comparativamente fuerte” de criptodivisas en “determinados mercados emergentes que sufren una elevada inflación y una rápida depreciación de la moneda local” como es el caso de El Salvador.
S&P ha analizado la relación entre la inflación y el ecosistema de las criptomonedas en los últimos seis años, un periodo en el que se ha pasado de una inflación baja antes de la pandemia a tasas marcadamente altas. Por ello, señalan, si las criptomonedas, en especial el bitcoin (BTC), fueran una especie de “oro digital”, los rendimientos deberían estar “positivamente relacionados” con los cambios en las expectativas de inflación de Estados Unidos.
Sin embargo, los resultados hallados por S&P difieren respecto a esta tesis. “La tasa de inflación implícita a 2 años se situó en territorio negativo durante la pandemia, cuando el rendimiento de los valores del Tesoro de protección frente a la inflación (TIPS) superó el rendimiento de los bonos del Tesoro. La correlación histórica entre los rendimientos diarios del S&P Broad Digital Market Index (S&P BDMI) y los índices de expectativas de inflación es baja, en torno al 0,10”, apuntan desde la gestora.
El S&P BDMI es el principal índice del mercado de criptomonedas de la compañía, el cual refleja un “amplio universo invertible de activos digitales cotizados en bolsas digitales abiertas”. Los activos deben cumplir unos criterios mínimos de liquidez y capitalización bursátil. El índice está ponderado por el equivalente a la capitalización de mercado de las criptomonedas (oferta de monedas multiplicada por el precio de las monedas). El bitcoin representa el 40% del S&P BDMI, por lo que el índice está muy correlacionado con los precios de la mayor criptomoneda del mercado.
Asimismo, la firma estadounidense recalca que hay un “número notable” de periodos en los que los rendimientos de los índices de criptodivisas y de inflación muestran signos opuestos, lo que significa que “un aumento de las expectativas de inflación no está asociado a un aumento de los precios de las criptodivisas”. “Sin embargo, también hay periodos en los que ambas medidas son positivas o negativas”, agregan.“En general, los datos disponibles hasta la fecha no permiten dar una respuesta concluyente sobre la capacidad de cobertura de los criptoactivos frente a la inflación. Por el contrario, los precios del oro y el índice de expectativas de inflación a 10 años se han seguido mutuamente bastante bien desde 2003”, argumentan desde S&P. Además, existen “pruebas de causalidad de Granger” (una prueba estadística para verificar si una variable sirve para pronosticar el rumbo de otra) entre el índice de expectativas de inflación implícita a 10 años y el índice S&P GSCI Gold con un nivel de confianza del 95%. “La misma prueba falla para el bitcoin”.
Paralelamente, S&P sí ha podido asegurar que las rachas alcistas y bajistas en el mercado de criptomonedas han coincidido con períodos de política monetaria ultra laxa y de endurecimiento significativo. “Aunque el reciente y rápido aumento de los tipos de interés podría tener un impacto negativo en los criptomercados, los factores idiosincrásicos también parecen desempeñar un papel importante”, apuntan. “Las criptomonedas pueden desempeñar un papel cada vez más importante en las carteras de los inversores, y los titulares no pueden limitarse a asumir que los mercados de criptomonedas operan en su propio pequeño mundo. Por el contrario, es vital considerar cómo se relacionan los factores económicos tradicionales con los criptoactivos, además de los riesgos específicos del mercado”, subraya Cristina Polizu, directora gerente de S&P Global Ratings.
Otra de las principales conclusiones extraídas de este estudio es la correlación inversa entre el mercado de las criptomonedas y la fortaleza del dólar estadounidense, medida por el índice del dólar, que sigue la evolución del ‘billete verde’ frente a una cesta ponderada de divisas utilizadas por los socios comerciales de Estados Unidos. Así, los inversores deberían favorecer otras divisas cuando se espera que el dólar se debilite y demostrar lo contrario en medio de la fortaleza del dólar. Podría decirse que la misma lógica debería aplicarse a los criptoactivos, lo que llevaría a una relación negativa entre los precios de las criptomonedas y el índice del dólar estadounidense.
Sin embargo, la realidad, de nuevo, vuelve a ser bien distinta. Según S&P, la correlación histórica entre sus rendimientos diarios es de 0,16 puntos negativos. Esto, apuntan, contrasta con la correlación de -0,40 entre el índice del dólar estadounidense y el S&P GSCI Gold. “Un análisis de correlación móvil de tres meses muestra una relación inversa (correlación negativa) entre el índice del dólar estadounidense y el S&P BDMI y el S&P GSCI Gold el 75% de las veces”, indican desde la gestora.
Asimismo, los expertos de S&P creen que los acontecimientos idiosincrásicos pueden desbaratar la relación esperada entre las criptomonedas y el índice del dólar estadounidense en periodos cortos. Además, añaden, dado que la correlación no sustituye a la causalidad, no es obvio que un cambio en el índice del dólar estadounidense pueda proporcionar información sobre futuros movimientos en los mercados de criptomonedas. “De hecho, no existe causalidad de Granger entre el índice del dólar estadounidense y los precios del bitcoin”, sentencian.
Por otro lado, S&P también ha concluido que el aumento de la tensión financiera y la volatilidad de los mercados se asocia correctamente con la caída de los precios de las criptomonedas. Así, la agencia neoyorquina cree que hay datos que refuerzan la idea de que la baja volatilidad favorece al mercado de criptoactivos, mientras que una mayor volatilidad suele ir en su contra.
Estos expertos basan sus razonamientos en el Índice de Estrés Financiero (FSI), que mide el estrés en los mercados financieros mundiales utilizando cinco indicadores: crédito, valoración de la renta variable, financiación, activos seguros y volatilidad. El índice es positivo cuando los niveles de tensión son superiores a la media, y negativo cuando los niveles de tensión son inferiores a la media.
Así, S&P encontró que el FSI se volvió positivo a principios de marzo de 2020, alrededor del día en que la OMS declaró la Covid-19 como pandemia mundial. La conmoción se dejó sentir en los mercados de criptomonedas y el bitcoin perdió más del 40% de su valor ese día. Muchas otras criptomonedas también se desplomaron, junto con las acciones.
Desde entonces, los principales acontecimientos del mercado de criptomonedas han ido parejos a este selectivo: desde el rally alcista de 2021, pasando por la escalada de las expectativas de subidas de tipos de interés en 2022, hasta la presión experimentada en el mercado de ‘stablecoins’ tras las quiebras bancarias de la primavera de 2023 en Estados Unidos. Curiosamente, el bitcoin sí pareció funcionar bien durante este último episodio.
Por otro lado, S&P también utiliza el índice de volatilidad (VIX) de la Bolsa de Opciones de Chicago (CBOE, por sus siglas en inglés) para refutar esta tesis. El VIX mide las expectativas de volatilidad a corto plazo transmitidas por los precios de las opciones del índice S&P 500. Los niveles más altos del VIX indican expectativas de volatilidad a corto plazo, lo que añade presión y miedo a los mercados financieros, impulsa al alza las primas de liquidez y reduce la confianza de los inversores. En un mercado así, es de esperar que las criptodivisas muestren más volatilidad. Sin embargo, la relación es, de nuevo, inversa. “Los precios caen cuando suben los índices del miedo. La correlación histórica de la rentabilidad del S&P BDMI es de -0,20 con el VIX. La correlación móvil a tres meses es negativa el 90% de las veces, llegando a -0,60 el año pasado. Curiosamente, teniendo en cuenta que ambos índices pertenecen a distintas clases de activos, encontramos una relación de causalidad de Granger entre el VIX y el S&P BDMI”, apuntan.
Finalmente, el informe de S&P apunta que, si bien los criptoactivos no están exentos del efecto de los cambios macroeconómicos, su rendimiento también se ve impulsado por otros factores muy variables, como la tecnología y el sentimiento del mercado. “La relación del mercado con los indicadores macroeconómicos puede reforzarse y alinearse más con la de los activos financieros tradicionales a medida que más inversores institucionales se decanten por los criptoactivos. Si esto ocurre, puede aumentar el riesgo de contagio entre los activos tradicionales y los criptoactivos, que podría fluir en ambas direcciones”, sentencian.
“Con los reguladores demostrando un mayor escrutinio de los riesgos de las criptodivisas, las interconexiones entre el ecosistema de las criptodivisas, en rápida evolución, la economía mundial y los mercados financieros siguen desarrollándose”, concluyen.