Trump ha declarado que “el dólar fuerte mata la competitividad de Estados Unidos”, lo que eleva el riesgo de intervenciones políticas en política monetaria.
Con Jerome Powell finalizando su mandato en febrero de 2026, los mercados temen que una eventual reelección de Trump implique la designación de un sucesor más afín a una política monetaria laxa, incluso en contextos inflacionarios. Este riesgo político ha comenzado a reflejarse en la curva de rendimientos y en la prima de riesgo de los activos denominados en dólares.
Guerra contra Irán
La escalada en Oriente Medio ha alcanzado un nuevo umbral de tensión. Irán ha aumentado su enriquecimiento de uranio por encima del 60%, según el OIEA, acercándose peligrosamente al umbral del uso militar. Al mismo tiempo, su presupuesto en defensa ha crecido un 21% interanual, en un contexto de enfrentamientos indirectos con Israel y bloqueos estratégicos en el estrecho de Ormuz, que canaliza cerca del 20% del tráfico global de petróleo.
Estas tensiones están generando una prima de riesgo geopolítico sobre el barril de Brent, que en junio ha superado los 77 USD, y podrían provocar un repunte inflacionario global si se materializa una interrupción en el suministro energético, especialmente para Europa y Asia.
El dólar
El índice DXY, que mide el valor del dólar frente a una cesta de divisas, ha caído más de un 6% en lo que va del año, reflejando la pérdida de atractivo relativo del dólar frente a monedas como el euro o el franco suizo. Esta caída está ligada a tres factores:
• Expectativas de relajación monetaria en EE.UU. más rápidas que en Europa,
• Déficit gemelo estructural (fiscal y por cuenta corriente),
• Y creciente desconfianza institucional frente al rumbo de la política económica norteamericana.
El dólar ya no es percibido como refugio universal. En su lugar, los inversores institucionales están aumentando exposición en activos denominados en euros y oro, que en junio ha alcanzado máximos históricos por encima de los 3.400 USD/onza.
Los bancos centrales
La política ultraexpansiva de la última década ha creado una fuerte dependencia del mercado de renta variable respecto a la liquidez central. La Fed, el BCE y el BoJ acumulan en conjunto más de 25 billones de dólares en activos en balance, lo que ha distorsionado las valoraciones y reducido el margen de maniobra frente a nuevas crisis.
Además, el hecho de que los bancos centrales se hayan convertido en principales tenedores de deuda soberana les convierte en actores no neutrales: mantienen las TIRes artificialmente contenidas para evitar el deterioro de la renta variable, pero a costa de crear burbujas difíciles de desinflar sin consecuencias.
En los mercados
El S&P 500 y el Nasdaq, a pesar del entorno de riesgos múltiples, cotizan nuevamente cerca de máximos históricos, impulsados más por expectativas de tipos bajos que por crecimiento de beneficios. Esta desconexión entre valoración y macroeconomía real es uno de los principales focos de alerta para el segundo semestre de 2025.