«Todavía no sabemos lo que va a pasar. La incertidumbre es máxima. Aunque no prevemos problemas de liquidez en el corto y medio plazo porque está en máximos tanto a nivel nacional como europea», ha explicado la directora general de supervisión del organismo, Mercedes Olano.
Durante la publicación de la Memoria de Supervisión correspondiente a 2024, han apuntado que al no existir una tasa específica para los servicios financieros, les podría afectar de manera indirecta a través de los clientes, que están expuestos directamente. En cualquier caso, se encuentran realizando un seguimiento continuo de la situación. Olano ha recordado que el organismo lleva solicitando desde hace tiempo a la banca incluir todos los escenarios adversos entre los riesgos a tener en cuenta en sus modelos de previsiones de capital, que es una manera de incorporar los factores geopolíticos y de controlar su exposición a esta clase de riesgos.
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«Llevamos tiempo solicitando a las entidades que hagan este tipo de ejercicios», ha subrayado Olano para añadir que si un banco no es capaz de añadir estos modelos, se les pide una previsión del impacto. De igual modo, ha recordado que no ha instado a ningún banco a elevar provisiones por esta cuestión. Dicho documento recoge que ante una situación «adversa» la banca mantendría «niveles adecuados de solvencia agregada, incluso ante un escenario adverso de severo deterioro de la actividad económica y de las condiciones de financiación». Algo que no es extrapolable para el ejercicio 2025, dado que no contempla los riesgos actuales.
En este sentido, las prioridades en materia de supervisión irán enfocadas en aumentar la resiliencia frente a ‘shocks’ macrofinancieros y geopolíticos. «Los bancos deben fortalecer su capacidad de identificar deterioros en la calidad crediticia y constituir niveles de provisiones prudentes, e intensificar sus esfuerzos para abordar deficiencias de gestión del riesgo de crédito identificadas en años anteriores», exponen. No obstante, desde el BdE no detectan al menos por ahora, un deterioro de la calidad del crédito a pesar de que las incertidumbres generadas por el entorno global, la evolución de la inflación, de los tipos de interés, los conflictos armados y el pesimismo sobre las expectativas en la Unión Europea (UE) son elevadas y aconsejan cautela.
Una segunda guía recoge la necesidad de acotar las deficiencias materiales persistentes en las estrategias de negocio y en la gestión de riesgos relativos al clima y medioambientales. Por último, la tercera va orientada a fortalecer las estrategias de digitalización y abordar los retos emergentes derivados del uso de las nuevas tecnologías como, además de la adecuación del Reglamento DORA. «El foco se pondrá más en el uso de tecnologías clave, como los servicios en la nube o la inteligencia artificial, así como en el impacto sobre la rentabilidad y los riesgos de las estrategias de digitalización en líneas de negocio específicas», comentan.
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El objetivo del BdE pasa por acometer actuaciones de supervisión «más intrusivas» en las entidades que son directamente vigiladas por el organismo en aras de velar por el cumplimiento de los requerimientos y las recomendaciones. Así, en materia de riesgo del crédito, se continuará con la la revisión de carteras que pueden ser vulnerables, en particular en relación con el potencial impacto de la DANA ocurrida en octubre de 2024 sobre determinadas entidades, mientras que en materia de gobernanza insistirán en la suficiencia de los recursos o el acceso al consejo, entre otros.