Las estrategias de duración corta representan hoy en día una excelente alternativa a los fondos monetarios y a los depósitos bancarios, ideal para aquellos que desean posicionarse de manera más eficiente a lo largo de la curva de rendimientos y beneficiarse de una gestión activa en un contexto de tipos a la baja.
Tras alcanzar el valor récord de 7,7 billones de dólares, con un aumento de 1 billón en el último año y de 3 billones desde el inicio de la pandemia, los fondos monetarios siguen acumulando liquidez. Sin embargo, la historia nos enseña que los flujos tienden a mantenerse elevados incluso después del inicio de los ciclos de flexibilización monetaria, lo que hace que la liquidez sea un elemento más «inerte» de lo previsto. Esto significa que gran parte del capital permanece estacionado en instrumentos a muy corto plazo, a pesar de la reducción progresiva de los rendimientos. En un escenario similar, ir un poco más allá permite aprovechar oportunidades más interesantes en el tramo corto de la curva, sin renunciar a un perfil de riesgo contenido y manteniendo una elevada disponibilidad de liquidez.
Las estrategias de duración corta invierten principalmente en bonos con vencimientos a menos de cinco años, lo que permite a los inversores bloquear rendimientos más elevados y beneficiarse de posibles ganancias de capital a medida que bajan los tipos. La estructura actual de la curva, aún invertida, puede limitar temporalmente los rendimientos en comparación con los fondos monetarios, pero, con la normalización de los tipos, este diferencial debería reducirse y, con el tiempo, favorecer las estrategias de baja duración. Estas carteras también ofrecen rendimientos potenciales superiores a los de los fondos monetarios o los depósitos bancarios, al tiempo que mantienen una elevada liquidez y calidad crediticia, gracias al predominio de bonos del Tesoro y títulos de crédito de alta calidad.
La gestión activa de la curva de rendimientos permite optimizar las oportunidades derivadas de la evolución de los tipos y diversificar la exposición entre bonos del Tesoro, bonos corporativos y crédito estructurado, mejorando el perfil global de rendimiento-riesgo. Aunque implican una volatilidad ligeramente superior a la de los fondos monetarios, estas estrategias siguen ancladas en vencimientos cortos, lo que reduce rápidamente el riesgo de precio. Los valores de la cartera tienden a converger hacia el valor nominal a medida que se acercan al vencimiento, lo que contribuye a estabilizar los rendimientos incluso en fases de mayor volatilidad del mercado. En un contexto de tipos a la baja y normalización progresiva de las curvas, las estrategias a corto plazo representan, por tanto, una solución equilibrada y oportuna, ideal para quienes desean gestionar de forma proactiva la transición del efectivo a instrumentos más flexibles, orientados al rendimiento y coherentes con una gestión prudente de la liquidez y el riesgo.
