La contracción del PIB en el primer trimestre (-0,5% tras la última revisión) y la revisión a la baja de las estimaciones de crecimiento para 2025 —que el Banco Mundial ha situado en el 1,4%— coinciden con una política comercial agresiva que ya ha empezado a drenar las exportaciones netas como consecuencia de las compras anticipadas frente al nuevo régimen arancelario. La inflación subyacente (2,8%), aún elevada, podría agravarse en otoño cuando comiencen a desplegarse los efectos de los nuevos aranceles sobre los precios. Lo mismo ocurre con las políticas antiinmigración que, aunque a corto plazo pueden reducir la cifra de desempleo, a largo tensionan el mercado de trabajo por los salarios al alza a la vez que se reduce en parte la demanda interna en algunos estados.
La Reserva Federal (FED) ha optado por la prudencia y mantiene los tipos en la horquilla de entre el 4,25% y 4,5%, anticipando una posible bajada significativa a final de año. Además, la institución ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento para 2025, del 1,7% al 1,4%, mientras que eleva la estimación de inflación del 2,8% al 3,1%.
Los consumidores van perdiendo confianza y los indicadores de sentimiento se mantienen en niveles bajos. La inversión se sostiene artificialmente en construcción e inventarios, mientras la bolsa americana sufre una rotación hacia activos defensivos, reflejando un claro descenso de apetito por el riesgo.
El mercado energético ha reaccionado con alivio tras el ataque de EE.UU. a Irán, que ha devuelto el precio del petróleo a niveles previos al primer bombardeo israelí. La prima geopolítica se ha reducido significativamente ante la percepción de un escenario más contenido.
Aunque Irán sigue siendo un actor limitado en términos de producción y exportación por las sanciones internacionales, el factor clave para los precios no es su oferta directa, sino el riesgo de desestabilización regional. La actual distensión, con señales de posibilidad de negociaciones, ha llevado al mercado a descartar el peor escenario —como el cierre del estrecho de Ormuz, que colocaba las previsiones del barril de crudo entre los 120 y 130 dólares— y a interpretar que la región se encamina hacia una fase de relativa estabilidad.
La Unión Europea, por el contrario, comienza a ofrecer señales más positivas. Aunque el impacto de los aranceles estadounidenses se dejará notar, su efecto acumulado en el PIB europeo entre 2025 y 2027 sería moderado, de -0,65% según el Banco Central Europeo (BCE). Alemania, por su parte, ha aprobado un ambicioso paquete fiscal sin precedentes que supondrá un estímulo de un billón de euros durante la próxima década.
Este cambio estructural se produce en un momento crítico: Alemania intenta recuperar competitividad tras años de desinversión industrial, encarecimiento energético y declive demográfico. Las nuevas políticas comienzan a generar un efecto positivo en los índices de confianza y podrían traducirse en crecimientos cercanos al 1,5% para 2026.
El BCE tiene el trabajo más adelantado. La facilidad de depósito se encuentra en el 2% después de la última bajada de tipos, ya alineado con el objetivo de inflación. Si bien queda por determinar la estabilidad de precios teniendo en cuenta las tensiones que se avecinan, Europa igualará progresivamente su ritmo económico con el de EE.UU. hacia 2026.
En renta fija, se observa una mayor pendiente en las curvas de tipos tanto en EE.UU. como en Alemania, pero con motivaciones distintas: inflación en el caso estadounidense y aumento de emisiones en el caso europeo. Se anticipa una mayor rentabilidad del bono alemán a medio plazo, apoyado en la caída del bono americano como valor refugio.
Por tanto, infraponderación general del activo, con sesgo europeo, reduciendo exposición a deuda soberana estadounidense. También infraponderación en investment grade, de nuevo con sesgo europeo, pero compensándolo con una sobreponderación en high yield global, donde se observan buenas oportunidades, con foco en bonos BB de mayor calidad. Se mantienen duraciones cortas, por optimismo sobre el crecimiento europeo.
En cuanto a renta variable, la divergencia entre las dos regiones es aún más acusada. Infraponderación en EE.UU. y sobreponderación en Europa. El agotamiento de los grandes valores estadounidenses ejemplificado en los 7 magníficos, contrasta con la mejora de beneficios empresariales europeos (+5,3% en el primer trimestre).