El concurso, lanzado a finales de 2022, estima el diseño, producción y suministro de nuevas unidades electromagnéticas (EMU) y unidades electromagnéticas de batería (BEMU) para una flota con un máximo de 170.000 plazas, repartidas en centenares de trenes que darían relevo prácticamente a la mitad de la flota del operador belga. Estos trenes se utilizan naturalmente para operar tanto trayectos locales, como interurbanos y suburbanos a lo largo y ancho de la red nacional.
Su designación como postor preferente en la licitación ha levantado mucho revuelo en Bélgica, después de que el gigante francés Alstom que también aspiraba al contrato haya cuestionado que el licitador no valore la producción local que mantiene en Brujas y Charleroi. Una crítica, que ha tenido contestación inmediata desde la SNCB a través de un comunicado en el que explica que «no puede conceder una ventaja a la producción local, en el marco europeo, bajo ninguna forma, con el fin de atribuir una puntuación más alta a un licitador».
Desde el seno del grupo galo también se ha cuestionado que su oferta era 100 millones más barata que la presentada por CAF. Pero, tal y como apunta la entidad belga en su comunicado, «las ofertas no se evaluaron únicamente en función del criterio del precio» tras concluir que «la diferencia de puntos obtenida por una oferta de mayor calidad -en referencia a las cualidades técnicas- puede compensar la diferencia de puntos obtenida por una oferta más barata».
Una vez reciba la carta de adjudicación, el fabricante de trenes español situaría en Bélgica uno de sus principales mercados dadas las magnitudes del contrato. En este territorio, no obstante, ya atesora experiencia tanto en el ámbito ferroviario, donde ha suministrado trenes ligeros a De Lijn y trenes de metro a la empresa de transporte público de Bruselas Stib, como en el mercado de autobuses, tras adjudicarse recientemente el suministro de unidades eléctricas para Lieja (Bélgica).