De acuerdo con el último informe difundido por la aseguradora de crédito, el crecimiento de la industria en 2023 se limitará al 1,4% a nivel global y al 1,3% en la eurozona.
Varios factores mantienen altos los precios de la cesta de la compra y llevan a los consumidores a recortar el consumo de alimentos no esenciales. El principal está relacionado con los problemas de abastecimiento agravados por la guerra en Ucrania. Ucrania representa el 4% del suministro mundial de trigo, el 13% del de maíz y más de un tercio del comercio mundial de aceite de girasol. Al no prorrogarse el acuerdo sobre cereales, el impacto del conflicto en la industria alimentaria mundial sigue siendo muy relevante.
La escasez global de fertilizantes también constituye un desafío. Los elevados precios del gas en el pasado ejercicio dificultaron su producción en Europa, mientras que las exportaciones rusas de fertilizantes disminuyeron drásticamente debido a las sanciones. Los agricultores y productores de alimentos de los países en desarrollo se ven especialmente afectados por el efecto retardado de la subida de precios de los fertilizantes.
De cara a 2024, Crédito y Caución prevé que la producción de alimentos y bebidas continúe con un crecimiento modesto del 1,6% en la eurozona. El gasto en alimentación absorberá una mayor parte de la renta disponible de los hogares, a expensas de otros bienes de consumo. Aunque la inflación de los precios de los alimentos seguirá siendo elevada a corto plazo, la riqueza relativa de los países de Europa permitirá que la restricción de la capacidad de compra de los hogares no se traduzca en un grave impacto en la industria en esta región.
El sector de alimentación y bebidas cuenta con importantes palancas del crecimiento. La principal es su resistencia estructural: gran parte de la demanda es inelástica, debido al carácter esencial de los alimentos. A esto se añade el crecimiento de los mercados emergentes, donde el aumento de la renta disponible propicia el consumo de los bienes de mayor valor añadido, los cambios en los gustos de los consumidores, que demandan cada vez más alimentos con beneficios para la salud y el impacto de las nuevas tecnologías y las soluciones de macrodatos para mejorar su eficiencia.
Entre los riesgos críticos están los márgenes de negocio estructuralmente estrechos y bajo presión, la volatilidad de los precios sujeta a los brotes epidemiológicos y las condiciones meteorológicas, la creciente exigencia de transparencia por parte de los consumidores y la necesidad de inversiones a corto plazo en energías limpias, cadenas de suministro ecológicas, reducción de residuos alimentarios y envasado ecológico para adaptarse a las nuevas exigencias de sostenibilidad.