El presidente del CGE, Pich, ha manifestado que «los datos nos indican que este cuatrimestre da señales positivas, tanto en España –que venía de un cierre del 2023 con crecimiento– como también en el resto de las grandes economías que, en estos casos, se encontraban en recesión o al borde de ella». En referencia a este dato, el presidente de la Comisión Financiera del CGE, Antonio Pedraza, ha añadido que «no podemos olvidar la incidencia que supone la productividad, en nuestro caso un 25% menor por hora trabajada que la de zona euro. También que nuestra inflación está repuntando por encima de la de la eurozona, y los últimos datos la muestran un punto superior a la de aquella. Parámetros que seriamente comprometen nuestra competitividad, y que, por ahora, no compensa la mejoría de la economía de Europa, cierta, pero todavía lenta».
Por otra parte, «la elevada recaudación vía impuestos –un 7,4% de incremento en lo que va de año–, la contención de los salarios y la inflación siguen demandando una necesaria deflactación de las tarifas de los impuestos que afectan a las personas físicas, así como un reenfoque de los indirectos, con recaudaciones elevadas por las subidas de los inputs que gravan, lo que provoca un mal endémico para nuestra renta per cápita que no logra converger con la europea, lo que obliga a una reflexión seria sobre ello», ha añadido. Es por ello que la previsión de crecimiento del PIB se incrementa en 3 décimas hasta el 2,2% para 2024 y del 2% en 2025. Sin embargo, esto podría crear tensiones inflacionistas, sobre todo si se recortan los tipos de interés, por lo que se aumenta dos décimas la previsión de IPC medio hasta el 3,2%. Así mismo, se reduce la previsión de déficit en una décima al haber crecido, en el primer trimestre, los ingresos por impuestos un 7,5%.
El director del Servicio de Estudios del CGE, Marín, ha resaltado que «en este cuatrimestre los índices adelantados apuntan a una cierta estabilización del crecimiento del año 2024, es decir, confirman que se podría alcanzar la cifra estimada del crecimiento del PIB a cierre del año». No obstante, Marín ha señalado que «si nos adentramos en los detalles, la productividad sigue, cuatrimestre por cuatrimestre, sin una mejora que nos permita situarla como una palanca potente del largo plazo, los fletes han vuelto a tensionarse reflejándose a través del Baltic Dry Index, y el mercado energético y el índice de materias primas también nos adelantan ciertas tensiones que nos hacen pensar que, de consolidarse estos datos, en 2025 el crecimiento será menor que el del previsto para el cierre del 2024».
En definitiva, «creemos que deberíamos poner el acento en políticas de largo recorrido que al calor del crecimiento apuntado nos dibujaran un escenario de confianza de los consumidores y empresarios más estable, poniendo el acento que no es tan importante el qué sino el cómo, y al cómo es al que deberíamos dedicarle tiempo y aprovechar las sinergias de este crecimiento para consolidarlo desde el ámbito del ensanchamiento de la economía productiva».