Desde su infancia en Rusia, donde nació, pasando por Francia, Alemania, Palestina y Estados Unidos, hasta su vuelta a Francia después de un exilio de siete años, la exposición hace un recorrido completo por su trayectoria artística
En un desafío a los preceptos de sus raíces judías hasídicas, que restringían la representación de imágenes tridimensionales para evitar la tentación de idolatría, Chagall emprendió su carrera de artista muy temprano. Quizá fue esa restricción uno de los motivos por los que su pintura se mantuvo siempre en el terreno de la representación figurativa. Marcada por las vicisitudes vitales, su obra se mueve en un mundo entre lo real y lo imaginario, mostrando, sin embargo, el hondo compromiso de su autor con el hombre y sus derechos, con la igualdad y la tolerancia entre los seres.
Esta muestra incide así en algunas de las cuestiones que más preocuparon al artista desde un novedoso punto de vista. El trabajo de archivo y la profunda labor de investigación que se han realizado para este proyecto buscan abrir caminos a una nueva lectura de la obra de Chagall y poner de manifiesto su fe inamovible en la armonía y la paz universal, mediante el establecimiento de miradas y diálogos cruzados con la historia que se estaba escribiendo.
Con un recorrido ordenado de manera cronológica y temática, la exposición se compone de más de ciento sesenta obras y más de noventa documentos, en su mayoría inéditos, procedentes del Archivo Marc e Ida Chagall. Asimismo, podrá contemplarse, por primera vez, una selección de los escritos del artista en yidis, su lengua materna, en la que expresaba preferentemente sus compromisos políticos y humanistas.
En la muestra destaca la presencia de algunas obras claves en la trayectoria del artista y en el discurso expositivo como la Commedia dell’arte, que recibe al visitante. En esta obra de dimensiones monumentales, encargada al artista para el teatro de Frankfurt tras la Segunda Guerra Mundial, Chagall compara el espectáculo del circo con el carácter trágico de la existencia humana.
En el recorrido sobresale también El violinista verde, préstamo excepcional del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, una pintura en la que el artista refleja su propio sentimiento de desarraigo tras abandonar Rusia de forma definitiva en 1922, a través de la representación del violinista, figura clave en las ceremonias judías, que deambula sin rumbo fijo sobre los tejados de su ciudad natal. Por su parte, La crucifixión en amarillo, realizada durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el artista se encuentra en el exilio, simboliza el sufrimiento del pueblo judío a través de la representación de Cristo con el paño blanco de oración o talit alrededor de las caderas.
Entre las obras realizadas en las últimas décadas de su vida destacan los estudios para los conjuntos monumentales en torno al tema de la paz, como los de la vidriera para la sede de Naciones Unidas de Nueva York o los de las vidrieras de la capilla de los Cordeleros de Sarreburgo.
Finalmente, La caída de Ícaro cierra el recorrido y funciona como una metáfora con la que el artista muestra cómo sólo el compromiso por la igualdad y la libertad y el respeto hacia el otro puede salvarnos de caer al vacío, a la vez que ejemplifica la exploración de técnicas, colores y empastes que protagonizan la obra tardía del artista.
La exposición ha sido coorganizada por Fundación MAPFRE, La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André-Diligent, Roubaix, y el Musée National Marc Chagall, Niza.
Chagall, un grito de libertad
Fundación Mapfre
Paseo de Recoletos,
MADRID