Por mucho que nos quieran vender una moto con sidecar incluido, estamos ante una de las grandes patrañas del sanchismo, que sabe fabricar titulares, pero que no sabe gestionar y mucho menos hacer posible un objetivo del calibre del que se habla, cuando la responsable de ello ha dado buena muestra de su torpeza e ineficacia.
Según el propio ministerio que dirige esa señora, la oferta pública de vivienda en alquiler deberá alcanzar un 6% del total del parque residencial en el 2030. Es decir, se deberían de construir un 1,2 millones de viviendas, lo que supone una inversión de unos 270.000 millones de euros.
Que se sepa el Estado no cuenta ni de lejos con esa capacidad financiera para la promoción de ese parque y por supuesto para su posterior gestión. Ahora bien. si uno escucha la ministra en sus continuas apariciones en la tele publica entiende lo que se quiere de esta nueva empresa para amiguetes que anuncia Sánchez desde su púlpito sevillano.
Porque, con tanto hablar y hablar, lo que ha hecho la incompetente Rodríguez es descubrir el pastel.
En este sentido, la ministra de Vivienda y Agenda Urbana, ha asegurado que la nueva empresa pública de vivienda que desde el Gobierno crearán para construir y gestionar viviendas desde la Administración General del Estado (AGE) servirá para «combatir» a aquellas comunidades que no cumplen con la Ley de Vivienda, como la Comunidad de Madrid y se quiere crear para dar continuidad a la política de vivienda que desde el Gobierno se han comprometido a desarrollar durante la legislatura.
Es decir, Sánchez no pierde de vista su obsesión ni estando en Sevilla. El objetivo a derrotar es la presidenta madrileña y su muerte política y las nuevas armas son las viviendas y su fontanero López, sin dejar al margen a la fiscalía y al delegado del Gobierno en la comunidad madrileña, cuya principal tarea es acosar y criticar a la presidenta.
Ahora la porra que ya se hace en muchas oficinas es ver cuánto tiempo aguanta esta nueva apuesta contra la madrileña, a pesar de que los cadáveres de García Ortiz y Lobato todavía están calentitos