Para encontrar un febrero similar hay que remontarse a 2020, justo antes de la declaración del Estado de Alarma en España a causa de la pandemia. En estas dos ocasiones han sido las únicas veces en las ha superado la barrera de los 3.000 millones en un febrero desde 2008, cuando se concedieron más de 4.440 millones, en pleno ‘pinchazo’ de la burbuja inmobiliaria. Tradicionalmente, este periodo suele ser flojo dentro de la serie histórica, por lo que estos datos afianzan el tirón que viene registrando el crédito al consumo después de que superase la barrera de los 30.000 millones en el conjunto de 2023, aunque todavía se encuentre por debajo de los niveles preCovid. La tendencia al alza va en consonancia con la mayor morosidad, que cerró en el 6,59%, frente al 3,53% de enero y casi tres décimas más que al cierre de 2023. Por ponerlo en contexto, doce meses antes se encontraba ligeramente por encima del 6%. No obstante, el repunte de los dudosos se ha visto influido por el saldo de crédito, que ha caído en algo más de 3.200 millones desde el inicio del ejercicio. De esta cantidad, en el segundo mes del año se redujo en casi 720 millones, hasta los 42.742 millones, mientras el montante de préstamos morosos se situó en los 2.816 millones, tras caer en 24 millones. En comparativa interanual, el importe de dudosos se sitúa 228 millones por encima.
Si bien este tipo de productos tienen una dimensión reducida y apenas representan el 8,2% del crédito bancario en España, se caracterizan por los altos intereses que se pagan. En el periodo de referencia, el tipo medio TEDR, que excluye algunos gastos como las comisiones, ha sido del 7,81%, más del doble del coste de las hipotecas (3,68%). En este sentido, la directora general de Supervisión del BdE, Olano, ha instado al sector bancario a elevar la prudencia. «No hay duda de que los instrumentos de consumo son los más rentables, pero como hemos comentado, también son los que tienen más riesgo, siendo el sector más sensible a los cambios en el ciclo macroeconómico».
Desde que la subida de los tipos de interés -que se encuentran en máximos de dos décadas- comenzó a repercutir en un encarecimiento de la financiación, las familias y las empresas han recurrido al ahorro acumulado durante el confinamiento para hacer ‘limpia’ de su apalancamiento y cancelar préstamos en la medida de lo posible. En este contexto, el crédito al consumo se convirtió en la excepción, ayudando a compensar la caída del mercado hipotecario, que ya ha empezado a ofrecer síntomas de reactivación, así como el desplome del saldo crediticio.