Wolfgang Münchau explica en el último número de Cuadernos de Información Económica, publicación editada por Funcas, que la dependencia alemana de unas pocas industrias tradicionales, como los automóviles, la ingeniería mecánica y los productos químicos, y el crecimiento español impulsado por la inmigración reflejan la incapacidad de la UE para generar productividad. El exceso de regulación, la fragmentación financiera y la falta de inversión la han dejado rezagada en alta tecnología: solo cuatro de las 50 mayores empresas globales son europeas. Alemania es “el canario en la mina de carbón” y lo que allí ocurre se extenderá al resto del continente. En el caso español, Münchau advierte que el crecimiento actual se apoya en la inmigración y no en la productividad, un síntoma de la fragilidad del modelo. Sin unión fiscal y de capitales, concluye, Europa y España afrontan un horizonte de “declive controlado”.
Daniel Gros examina en su artículo los efectos iniciales de la política arancelaria de Donald Trump sobre la UE. Aunque los anuncios de tarifas recíprocas parecían presagiar un choque comercial, en la práctica el impacto ha sido limitado. Los aranceles efectivos aplicados a las exportaciones europeas se sitúan entre el 6% y el 8%, bastante por debajo de los que soporta China, cercanas al 40%. Gros subraya, además, que una parte sustantiva de las importaciones está exenta de derechos (materias primas, bienes sin sustituto local), lo que explica la brecha entre tipos “anunciados” y tipo medio recaudado en cada momento. En conjunto, los datos muestran que la llamada “guerra arancelaria” ha sido más ruidosa que real, con efectos concentrados en China y un margen de maniobra amplio para la UE. El mensaje para responsables públicos y empresas es nítido: medir bien evita sobrerreacciones.
El trabajo de Guntram Wolff muestra los riesgos de subestimar a Rusia y al eje de autocracias liderado junto a China en un momento en que Europa se enfrenta al mayor desafío sistémico desde el fin de la Guerra Fría. Aunque su PIB en dólares sea menor que el de Italia, Rusia es la mayor economía de Europa y destina cerca del 7% del PIB a defensa; su capacidad de concentración de recursos -económicos, industriales, informativos- le permite sostener una economía de guerra y operaciones híbridas a gran escala, de la desinformación al sabotaje de infraestructuras. China, por su parte, ha combinado control estatal de recursos con competencia feroz del sector privado. Europa debe dejar de “externalizar” seguridad a EEUU y acelerar una agenda de defensa, tecnología y competitividad. La supervivencia democrática depende de movilizar recursos para mejorar la seguridad e impulsar el crecimiento.
Raymond Torres muestra el doble rostro del sector exterior español en un mundo que ya no responde a la lógica del multilateralismo, sino a la de bloques geopolíticos. Por un lado, España ha logrado mejorar su posición en el mercado único. Pero ese éxito se limita al ámbito europeo. Torres advierte de que la balanza con EEUU y China “se ha deteriorado fuertemente”, con déficits crecientes en bienes que alcanzan ya más del 5% del PIB. Torres concluye que el superávit español en la UE no puede ocultar la vulnerabilidad fuera de Europa. Para sostener el crecimiento, España necesita revitalizar el mercado único, impulsar inversiones que fortalezcan su capacidad tecnológica y reforzar su atractivo para la inversión extranjera, en declive en los últimos años.
El Área Financiera y de Digitalización de Funcas realiza un balance crítico del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia financiado con fondos Next Generation EU (NextGen). Los resultados muestran claroscuros. España ha recibido más de 55.000 millones de euros en transferencias, lo que la sitúa a la cabeza de Europa en asignación de fondos, pero la ejecución es decepcionante: apenas un tercio de lo comprometido se ha transformado en pagos reales, con un 22% de ejecución en 2024. Además, cerca del 25% de los recursos se ha orientado a gasto corriente, limitando su impacto transformador.