Si de alguna manera se puede resumir esta victoria es que estamos ante la mayor manipulación de la actividad política de un gobierno acostumbrado a mentir y con una capacidad de vender y entregar todo lo que piden sus “socios” para de esa manera sobrevivir sin mas objetivo que disfrutar de los placeres que concede el poder, la presidencia de un Gobierno como el español que no deja de ser uno de los países de mayor peso económico del mundo, aunque al ritmo que vamos puede que terminemos entre los de la cola.
La verdad es que este paso de la mitad de Legislatura se resume en una enorme losa de corrupción que protagonizan Santos Cerdán -en prisión- y José Luis Ábalos -sus dos últimos secretarios de organización-, y Koldo García, el existente en el Ministerio de Transportes que ata a ambos en el caso y con los independentistas y separatistas apretando por detrás exigiendo el cumplimiento de las promesa hechas para dejarle usara sus votos y así resultar investido presidente. Y es que Sánchez aceptó una ley de amnistía para los condenados del procés que hasta ese momento dijo que nunca firmaría y se la sirvió en bandeja a Puigdemont a cambio de los siete votos de Junts que le permitieron revalidar el poder.
Y poco más, porque en estos dos años los diputados de Junts se han convertido más en una tortura para el Ejecutivo que en un salvavidas. En estos dos años no ha habido casi un solo pleno sin su particular sobresalto, sin su jugada imposible de última hora que provoca una estrepitosa derrota, además de una disfunción legislativa que, lamentan los propios socialistas y admiten en Moncloa, se veía venir desde el 23 de julio: apenas 19 leyes.
Sin embargo ahí esta, sentado en la poltrona y preparando sus vacaciones en La Mareta, porque, ¡oh casualidad¡ cada vez que parece que su situación llega al limite aparece un escándalo, un affaire que le bien al pelo y hace que la presión hacia su salida del poder aminore, se reduzca y todo el mundo hable de esto y aquello, los malos sean los de la derecha o la ultraderecha como la llama a la oposición.
Y es que lo cierto y verdad es que Sánchez lleva ya más de siete años pilotando el país con un estilo personalista, marcado por una resiliencia política casi inverosímil; una vocación de resistencia asumida como bandera y un modo de gobernar que oscila entre la opacidad calculada y el pragmatismo descarnado -basta recordar que dijo que no le quedaba más remedio que hacer de la necesidad, virtud para justificar la amnistía-.
Su gestión en todo este tiempo ha estado atravesada por una sucesión de sacudidas que cansa solo con leerla: una pandemia; una nevada histórica que colapsó el centro del país; una erupción volcánica en La Palma; una guerra en Europa y una crisis energética; una devastadora inundación en el Levante y un inédito apagón que dejó a España entera sin electricidad durante casi 24 horas.
Pero ahí sigue y todo el mundo a callar, porque solo el puede convocar elecciones ya que sus socios seguirán con el chupando la sangre y desmontando todo tipo de instituciones para cambias España, por otra coas nueva que nadie sabe como llamar .