El posible shutdown del Gobierno de Estados Unidos vuelve a generar titulares en la prensa internacional.
Sin embargo, este tipo de cierres presupuestarios tienen un impacto limitado y transitorio en los mercados bursátiles, lejos de los escenarios alarmistas que suelen plantearse.
Históricamente, los cierres han coincidido con caídas leves (cuando se han producido, ya que la mayoría de shutdowns han sido muy breves) y siempre temporales, seguidas de recuperaciones una vez resuelto el conflicto político. Los inversores entienden que se trata de un evento puntual, más ligado a disputas presupuestarias que a problemas estructurales de la economía.
Mientras no implique una suspensión del pago de la deuda (default, que no es el caso), el mercado suele reaccionar con volatilidad moderada, sin afectar de forma duradera a los índices bursátiles estadounidenses.
Los últimos shutdowns se produjeron en 2013 (16 días) y entre 2018 y 2019 (35 días, el más largo de la historia). En ambos casos, el impacto en bolsa fue moderado y transitorio. Según datos recopilados por Bloomberg, el índice S&P 500 llegó a caer alrededor de un 2% durante el cierre de 2013, mientras que en el shutdown de 2018-2019, a pesar de la duración, la bolsa estadounidense avanzó cerca de un 10% en ese periodo.
Estos precedentes muestran que los shutdowns suelen generar volatilidad puntual, pero sus efectos en la renta variable son limitados y no alteran la tendencia de fondo de los mercados.
Más allá del ruido mediático, un eventual shutdown debería entenderse como un episodio coyuntural y transitorio, sin alterar los fundamentos de la economía estadounidense ni su papel central en los mercados globales.