Los principales se están produciendo sobre la estructura de costes, lo que puede afectar a las capacidades para operar de forma rentable de muchas empresas. El 53% está viendo incrementados sus costes laborales y un 59% ha visto aumentar sus costes de aprovisionamiento.
Una vía para compensar estos aumentos de costes pasa por incrementar los precios finales para proteger los márgenes comerciales. Sin embargo, dicha estrategia es arriesgada, debido a factores como la reducción del poder adquisitivo de los clientes o la elasticidad de la demanda. Según el estudio, el contexto de contención de la demanda está obligando al 69% del tejido empresarial a absorber el impacto de los nuevos costes, lo que implica una pérdida de rentabilidad y una reducción de sus márgenes comerciales.
Esta caída de los márgenes comerciales en un contexto de desaceleración de la actividad, combinado con un encarecimiento de los costes financieros, supone un detonante para el riesgo comercial. De hecho, un 31% de las empresas ya percibe un deterioro del riesgo de crédito de sus propios clientes a causa de la inflación. Para hacer frente a esta evolución, un 29% de las empresas se ha visto obligada a reducir ventas y un 11% ha renunciado a determinados clientes.