Aunque ya se ha fijado una tasa arancelaria del 15% sobre las importaciones de la Unión Europea y del 50% para determinados sectores, como el acero, el aluminio y el cobre, los automóviles y los semiconductores, así como a los productos farmacéuticos, el acuerdo no aporta suficiente claridad a las empresas para la toma de decisiones importantes en materia de inversión o contratación.
El impacto de los nuevos aranceles afectará especialmente a las empresas con menos músculo financiero, aumentando su riesgo de crédito comercial. También existen riesgos asociados a los compromisos de compra e inversión en energía en Estados Unidos por parte la Unión Europea. Aunque puede que no suponga un problema inmediato, podría dar lugar a nuevas tensiones.
En este contexto, Crédito y Caución mantiene las previsiones a la baja de crecimiento del PIB de la zona euro del 1,1 % en 2025 y del 0,8 % en 2026. Por lo que se conoce hasta ahora del acuerdo comercial, no parece que vaya a suponer un gran impulso para la economía de la Unión Europea. Los nuevos aranceles tendrán un efecto negativo sobre la demanda ya que una tasa permanente del 15% sobre la mayoría de las exportaciones aumentaría el precio de los productos en un margen similar. Según Oxford Economics, este aumento de los precios reduciría la demanda estadounidense de exportaciones de la Unión Europea que podría llegar al 4,8% en el caso de productos españoles.
Para mitigar esta caída, la Unión Europea sigue buscando nuevos acuerdos comerciales en mercados como Chile, India, Indonesia, México, Filipinas y Mercosur. Sin embargo, aunque las negociaciones sean fructíferas, es poco probable que compensen la disminución de exportaciones a Estados Unidos ya que las exportaciones de la Unión Europea a estas regiones representan aproximadamente el 35% de las destinadas al mercado norteamericano.
Además, la negociación de acuerdos comerciales significativos se prolonga, de media, unos 18 meses, y su aplicación suele llevar otros 24 meses, según el Foro Económico Mundial. Por tanto, en el caso de traer beneficios, serán efectivos a largo plazo.
En la apertura a nuevos mercados, la Unión Europa también se enfrenta al reto de ser competitiva entre sus competidores ya que tiene poca capacidad para reducir el precio de las exportaciones. Durante la última década, los precios de exportación europeos se han mantenido, en general, al mismo nivel que los de Estados Unidos, pero han superado a los de países como China, donde los costes de producción son significativamente más bajos. Esto dificulta que las empresas europeas entren en nuevos mercados o aumenten la demanda compitiendo únicamente en precio.
Para reforzar su posición en futuras negociaciones, la Unión Europea debe invertir en su resilencia económica, tecnológica y militar, impulsando el comercio intracomunitario y reduciendo la dependencia de las importaciones.